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UNA HISTORIA DEL VALENCIA (XXVI)

Alfredo Giménez Buesa jugó un papel esencial en la reconstrucción del Valencia en 1939

JOSÉ RICARDO MARCH

Lunes, 25 de junio 2018, 10:52

Cuando en abril de 1939 la Federación Valenciana instó a los clubes de la ciudad a reanudar su actividad se halló con el problema de encontrar un dirigente que capitaneara la reconstrucción del Valencia. A diferencia del Levante y el Gimnástico, cuyos presidentes previos a la guerra (Rafael Valls e Isaías Aspas) se reincorporaron a sus puestos inmediatamente, en el Valencia hubo que esperar unas cuantas semanas para conformar una junta directiva. El capaz e inteligente presidente del club durante la guerra, Josep Rodríguez Tortajada, había sido encarcelado debido a su militancia republicana y a su actividad como teniente de alcalde en la ciudad entre 1936 y 1939. El último dirigente electo antes la contienda, Rafael Bau, bastante tenía con poner en orden sus negocios personales, que se habían visto afectados por la deriva bélica. De las dos posibilidades que sonaban para situarse al frente del club, una, la del presidente de la Federación Antonio Cotanda, tenía pocos visos de cuajar dado el papel central que este había de jugar como brazo de la Federación Española en la reestructuración del fútbol regional. La otra, la de Luis Casanova, parecía la opción más lógica: a pesar de su juventud ya había estado al frente del club, pertenecía a una familia acaudalada y mantenía excelentes relaciones con las nuevas autoridades tras haber pasado parte de la guerra en Sevilla. Sin embargo, Casanova declinó el honor, y, si bien actuó interinamente como presidente, lo hizo dejando claro que el Valencia había de encontrar a alguien que pudiera dedicar al club todo su tiempo.

Fue entonces cuando Cotanda se fijó en un personaje importante en los primeros días de la posguerra en Valencia: el comandante de infantería Alfredo Giménez Buesa, mano derecha del capitán general Antonio Aranda y jefe local de milicias de Falange. Giménez Buesa, valenciano de 53 años, había pasado los primeros meses de la contienda escondido en Serra (con la ayuda, según parece, del futbolista Tonín Conde) y, tras lograr evadirse de la zona republicana, había formado un batallón, la bandera valenciana de Falange, con el que entró en la ciudad el 29 de marzo de 1939 convertido en un militar influyente y poderoso. Más allá de su posición de privilegio en el nuevo orden franquista, Giménez Buesa presentaba, a ojos de Cotanda, un gran atractivo: era un apasionado del deporte y un valencianista militante desde los años 20, con experiencia en puestos directivos tras haber sido tesorero del club en la campaña 32-33.

El compromiso valencianista de Giménez Buesa estaba, pues, fuera de toda duda. Por si faltaba algo para demostrarlo, el comandante protagonizó un acto que permitió al Valencia comenzar a funcionar inmediatamente tras la guerra: nada más llegar a la ciudad y comprobar el pésimo estado de Mestalla puso al ejército al servicio de la entidad para reconstruir el estadio, una tarea que se completó en tiempo récord y que apenas supuso coste para el Valencia. Con la reapertura de Mestalla el club obtuvo la fuente de ingresos que necesitaba para iniciar su recuperación. Este gesto fue el primer movimiento importante en la creación del gran equipo de los años 40.

Durante la primavera de 1939 Cotanda se dirigió a Giménez Buesa para ofrecerle el cargo de presidente del Valencia, pero el comandante rechazó el ofrecimiento alegando que sus deberes militares le impedían dedicarse a otros asuntos. Sin embargo, la insistencia del presidente de la Federación acabó dando sus frutos y en agosto de 1939 Giménez Buesa fue nombrado máximo mandatario del Valencia. El comandante nombró una comisión organizadora en la que figuraban tres expresidentes (Royo, Bau y Casanova), el exdirectivo Manuel Cuadrado y el secretario general, Luis Colina. En los primeros días de Buesa como presidente, además, Colina cerró los fichajes de Mundo y Álvaro, convenció al prestigioso entrenador gallego Ramón Encinas para que se incorporase al club y consiguió que los jugadores valencianistas desperdigados por España retornaran a casa.

Si bien los resultados deportivos cosechados en la única temporada de Giménez Buesa al frente del Valencia fueron modestos, en la campaña 39-40 se plantó la semilla de los éxitos futuros. El militar, sin embargo, no podría disfrutarlos desde su puesto directivo debido a que fue trasladado a Madrid en septiembre de 1940, lo que motivó su renuncia al cargo y su sustitución por Luis Casanova. Con todo, la contribución de Alfredo Giménez Buesa ha de ser considerada esencial para la conformación del mejor Valencia de la historia ocho décadas después de su breve paso por la presidencia del club.

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