El hombre del «sí, pero no»

Por fin Sánchez se ha quitado la careta. Ya es oficialmente ese señor que resuena a eso que diríamos por estos lares del «mucho lerele y poco larala». Con la última puerta giratoria con salida en Ministerios y entrada, por vía de apremio, en Fiscalía ha demostrado que su supuesta bandera de ética política para él sólo debe ondear en el otro extremo del Congreso. Porque es el hombre del «sí, pero no». Sacó adelante una moción de censura tras resurgir victorioso de sus cenizas, pero no hubo Presupuestos. Un paso adelante y otro para atrás. Guiño a Rivera, pero nuevas elecciones. Firmó una tesis, pero todavía está por ver si realmente la escribió. Nombró -en episodios anteriores, aunque no tan lejanos- ministros y ministras 'actuales', de distintos ámbitos, algunos incluso con escaso apego político y venidos del espacio. Se hizo llamar el «gobierno feminista y de progreso» y sus miembros se apresuraron en dimitir cuando todas las portadas abrían con sus nombres. Con él llegaba, presuntamente, una nueva era gubernamental. Pero -porque el nuevo presidente siempre tiene dos anclajes- con este elenco de no escasas carteras resulta notorio que retorna al ámbito más partidista y de favores. Pudo ser diferente... pero finalmente, sin sorpresas, no lo fue. Acogió el Aquarius en un gesto de modernas y renovadas voluntades, de firme compromiso internacional, pero con el Open Arms, meses más tarde, ya no necesitaba deslumbrarnos. Subió el salario mínimo, pero no a lo que sus socios le pidieron. Medidas a favor del registro horario, pero calificada como falta grave y no como muy grave. Nos habló de transparencia, pero ni tan siquiera instaló un triste plasma. Vicepresidencia para Iglesias, pero diluida entre tres más. Mesa de diálogo con los independentistas, pero ya veremos si hay palabras. Derogar la reforma laboral, pero sólo tres artículos. Si habláramos de fútbol esto chirriaría a algo así como un sonoro e interminable «fregant el pal».