El hombre es un payaso para el hombre
UNA PICA EN FLANDES ·
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De todas las maravillas con que el Señor se ha complacido en deslumbrarnos la más fascinante es la idiotez humana. Nuestra predisposición a la imprudencia, el engreimiento, la estulticia y el ridículo no la supera ni de lejos ninguna otra criatura. Con razón los monos pueden proclamarse nuestros antepasados, pues méritos les sobran para mirarnos con la natural sapiencia de unos abuelos. Cualquier simio se habría vacunado contra el coronavirus consciente de que así consigue reducir las posibilidades de contagiarse y contagiar, también las de enfermar gravemente y morir; millones de nosotros no. Si hubiera sido por el derecho a no ser vacunados la viruela seguiría sembrando de cadáveres el planeta. No existe el derecho a enfermar si con eso se pone en riesgo la salud de los demás, igual que no hay derecho a fumar y causar un cáncer al de al lado o derecho a conducir a doscientos y atropellar a cualquiera.
Faltan argumentos a favor del negacionismo, al menos argumentos sostenibles ante los científicos. Literatura mucha, sí, pero eso no es ciencia. Negarse a recibir la vacuna contra la covid quedará en la historia de la majadería junto a otras reacciones tan estúpidas y crueles como la de combatir la peste quemando judíos o el cólera con sanguijuelas. Me escandaliza el beneplácito con que aceptamos que entre nosotros haya personas que han decidido no vacunarse y convertirse en vectores de un virus letal, matarse y matar. Bill Gates es un viajero del tiempo que nos va a inocular un chip; el coronavirus no existe, es un invento de George Soros para volvernos gais; la vacuna se fabrica con moléculas de grasa de cerdo o de fetos humanos; hay otros médicos que practican una medicina alternativa y merecen ser tenidos en cuenta...; me da lo mismo la cantinela, las he escuchado todas y todas son igual de disparatadas. No importa cuántos votos represente el negacionismo, no vacunarse es un acto tan irresponsable como jugar a la ruleta rusa en la cabeza de otros.
Lo último son estos ciudadanos ejemplares que salen en la tele confesando con disgusto que se vacunan porque en otro caso no les dejan entrar en el bar. Les resbalan los fallecimientos y las vidas rotas por la epidemia, lo que a ellos les empuja es entrar en el bar. Y encima dicen que se sienten marginados, que sin vacuna ya no hay marcha. ¿Qué te parece? No, si resultará que los teníamos que adoptar: «Siente un no vacunado a su mesa de Navidad, respete su derecho a matarle a usted». Nuestra especie no puede ser más tonta. ¿Un lobo?, no, un lobo no; el hombre es un payaso para el hombre.
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