Comida con la familia el fin de semana y como es lógico el tema de conversación deriva rápidamente en las Fallas que están al caer. ... Surgen las anécdotas y enseguida hay un hilo conductor: la falta de convivencia. Un abuelo que se dedica a tirar huevos desde su ventana a los niños que juegan con petardos en la zona autorizada por el Ayuntamiento es la primera.
La consecuencia es que los pequeños se van a otro lugar a la vuelta de la esquina, donde suele caer una multa a la comisión o las familias por estar fuera de la zona autorizada. La convivencia y la ausencia de ella es el lubricante que debe permitir celebrar las mejores fiestas de España, así lo digo sin ningún matiz, durante casi tres semanas sin obligar a parar la actividad en toda la ciudad. No hay bando que pueda imponer esa premisa por mucho que el Ayuntamiento se esfuerce cada año en afinar las prohibiciones y sugerencias.
Cuatro recomendaciones hay este año en el bando firmado por el alcalde Joan Ribó. La primera se dedica a los que ven cómo sus vehículos quedan atrapados en garajes o las mismas calles de las zonas falleras del centro, el Ensanche y Extramuros. El Ayuntamiento reconoce que estos vecinos tienen todo el derecho a circular siempre que la calzada esté disponible porque tienen acreditada la residencia en esas zonas, aunque les pide que sea siempre antes de las once de la mañana y cuando resulte indispensable.
La segunda recomendación es para limitar el uso de los petardos en las calles, lo que ha sido motivo de debate este año. Finalmente no habrá ninguna prohibición y el bando recomienda que desde las 15 hasta las 17 horas no se tiren para favorecer así el descanso vecinal y el bienestar animal.
Fue el segundo tema de conversación en la comida familiar. Hay mascotas que sufren auténticos ataques de pánico, pero más importante es lo que padecen muchas personas afectadas por un trastorno de espectro autista. Depende del grado, aunque tienen todos los números de no aguantar las explosiones. Un aspecto que choca directamente con una de las raíces de las Fallas, el uso de la pirotecnia en las calles.
Pero no se es más fallero por tirar petardos a los pies de otra persona, como se dijo alrededor de la mesa, en lo que coincido. Atrás quedaron esos años en los que se organizaban batallas campales en la puerta de Correos antes de cada mascletà o castillo en la plaza del Ayuntamiento, con lanzamiento indiscriminado de borrachos. Hemos evolucionado y mejorado.
La tercera que aparece en el documento es la recomendación de realizar por las tardes las verbenas a las comisiones del entorno de la Lonja y el Mercado Central, lo que ha sido aceptado en gran medida. De nada servía el esfuerzo en el resto de Valencia si alrededor del edificio Patrimonio de la Humanidad se acumulaba cada amanecer un palmo de basura y charcos de orina por el botellón. A ver cómo lo llevan este año los visitantes.
Y la cuarta, que la ambientación musical en carpas y calles se apague de 15 a 17 horas, también por el merecido descanso de la sobremesa. Aparte de eso, en el bando aparecen multitud de prohibiciones, todas guiadas por el sentido común. No superar los 90 decibelios en la calle parece bastante razonable, de igual manera que no convertir el jardín del Turia en un gran recinto para tirar petardos. Lógico.
Habrá que esperar al 20 de marzo para comprobar el nivel de vandalismo, aunque hay malos augurios por la coincidencia del calendario al caer San José en domingo, y las ganas de la gente de espantar a los fantasmas después del Covid-19.
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