Horacio el mantero
EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·
Huyó de Boko Haram en Camerún. Apenas saca 10 euros al día vendiendo pulseras. Ni para ayudar a su familia. Pero siempre sonríeSecciones
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EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·
Huyó de Boko Haram en Camerún. Apenas saca 10 euros al día vendiendo pulseras. Ni para ayudar a su familia. Pero siempre sonríeNo hay día en que Horacio el mantero no luzca una sonrisa cuando aparece por las calles de la Olivereta. Y eso que su historia ... es para ensombrecer cualquier rostro. Para volver negativa cualquier vida. No sé si Horacio es su nombre real. Él lo repite como una cantinela. «Horacio, vende bueno», «Horacio, la voluntad», «Horacio, amigo». Y mientras ofrece pulseras de cuentas de colores, colgantes con la bandera de Jamaica, mecheros con el dibujo de la flor de la marihuana y camisetas de 'Freedom for Africa'. Narra su historia con palabras sueltas. 'Boko Haram'. El fantasma del temido grupo terrorista aparece en el pasado del mantero. Salió de su Camerún natal huyendo de los sanguinarios miembros del grupo. Rechazó unirse como hombre a ellos y lo condenaron a morir degollado. Por el camino se quedaron muchos de sus amigos. Ejecutados. 'Patera'. Horacio narra con ese vocablo el modo en el que escapó del continente africano hasta la Tierra Prometida de Europa. Relata cómo viajaba hasta con 20 personas. En una barcaza con capacidad para media docena. También mujeres y niños. Por suerte todos llegaron a salvo.
'Familia'. Los enormes ojos negros de Horacio sí se entristecen cuando habla de los seres queridos que ha dejado atrás. Hermanos. Madre. Repite otra vez palabras sueltas. De su relato inconexo por un precario castellano se deduce que tuvieron que escapar de Camerún para refugiarse en un nuevo destino. «Otra casa», es lo poco que puede explicar. No sé exactamente dónde vive Horacio. Supongo que en algún piso compartido con otros inmigrantes. Su lenguaje no le alcanza para detallarlo. Alguna vivienda pequeña y con pocas comodidades. Pero Horacio siempre sonríe, y cuando te ve te saluda con el puño cerrado y una cantinela: 'Bien, bien, bien'. No creo ni que tenga papeles. El asiente (y sonríe) cuando le pones delante esa palabra, pero su vía de entrada y su trabajo no parecen dar mucha seguridad a la veracidad de su respuesta.
Y yo me pongo a pensar: ¿con cuántos muchos menos problemas, los 'occidentales' nos venimos abajo? ¿Con cuántos lujos, vidas más o menos cómodas y ordenadas, familias felices, nos deprimimos y venimos abajo, tornamos nuestras existencias gruñonas y oscuras? Sin grupos terroristas que nos hayan hecho salir corriendo de nuestras casas so pena de acabar con la garganta rebanada. Sin tener que jugarnos la vida en una mísera barca con almas entregadas a la suerte del mar. Sin tener que pasar cada día por el suplicio de no ver a tus seres queridos. De no comer muchos días. De no saber si mañana tendrás dónde dormir. Al final uno de nuestros mayores problemas somos nosotros mismos. Nuestro interior, nuestra negatividad, nuestra falta de ilusión a la hora de hacer lo que hacemos, nuestra capacidad de amargarnos cada día pese a que cada vez que sale el sol hay un motivo para disfrutar. Siempre. Pero en esas seguimos: en querer hacernos la vida imposible nosotros mismos, en lugar de disfrutar cada instante, bueno e incluso malo. Porque siempre es único, irrepetible y fugaz.
El último día que vi a Horacio contaba un puñado de monedas mientras se tomaba un cortado descafeinado en un bar del barrio. Buena es la jornada en la que saca unos 10 euros. Apenas puede mandar mucho a su familia en África a través de 'Money Transfer' o similar. Le llega lo justo para comer. Pero Horacio levanta sus grandres ojos negros del café. Y al final siempre sonríe.
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