1. f. Señal que deja el pie del hombre o del animal en la tierra por donde pasa.
El 'Aquiles herido' de Filippo Albacini impacta. El gesto de su rostro es conmovedor. El guerrero griego, renacido de una inmensa pieza de mármol, aparece tumbado con una flecha dorada atravesándole el talón; la flecha que le lanzó el príncipe Paris a la única parte de su cuerpo que no estaba protegida por su Dios.
Albacini dejó para la posteridad esa bellísima escultura. Una gran y contundente huella artística. Como la que dejaron tantos: un desnudo firmado por Amedeo Modigliani; un aria cantada por María Callas; Machado, sus proverbios y sus cantares. Huellas como las que nos deja John Lennon y su Imagine; Bong Joon-ho y sus trepidantes Parásitos, o Joan Margarit y los versos desgranados en su última antología (Visor Poesía): «És el temps de fer l'últim solitari / amb les cartes marcades pel passat».
Todos dejamos rastro. Y en todas partes. Hasta en la cocina hay pisadas inmortales: de los sifones de Ferran Adrià al puré de patatas de Joël Robuchon. Dabiz Muñoz dejará el paladar destripado con una creatividad culinaria de infarto; Josean Alija, sus pochas con vinagreta que habitan eternas entre mis recuerdos cocinados. Todos dejarán sus huellas, como el pescador sobre la arena o el campesino sobre la tierra. Francisco legará un papado en el que colgó los zapatos rojos de Prada y se puso de nuevo las sandalias; Miguel Ángel, el éxtasis de la Capilla Sixtina; Bacon, el inquietante retrato de un Inocencio X desintegrado. Fleming, la penicilina; Gandhi, una filosofía de vida; Glenn Ford, su bofetón a Gilda, y Marilyn, sus faldas volando en 'La tentación vive arriba'.
No importa lo larga que sea nuestra travesía; ni si fuiste uno del club de los célebres o, uno de la legión de los supervivientes. Todos dejaremos nuestra impronta y lo que contará será la profundidad de la huella, lo que dejemos en ella, lo que recuerden de nuestro paso. A Elvis, aún le rinden homenajes. Hay quien dice que no se marchó. David Gistau también fue un rey del rock & roll a su manera. Ha dejado desconsolada la profesión de zurcidores de letras. De sus huellas ha aflorado respeto. Admiración.
La vida es una travesía -por la hierba o por el fango- que sembramos de instantes: unos vinos saboreados a varias bandas, unas conversaciones de madrugada, una caricia que diste cuando nadie la esperaba. La huella que deja tu hija con su mirada; tu madre cuando te trae sus magdalenas recién horneadas; tu padre cuando te cogió la mano el día del adiós y te dijo: «no quiero morir». Las huellas son los besos que quedarán cuando la flecha te atraviese el talón. Como a Aquiles.
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