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El incendio de Cortes de Pallás

El incendio de Cortes de Pallás

MIGUEL APARICI NAVARRO CRONISTA OFICIAL DE CORTES DE PALLÁS

Lunes, 28 de octubre 2019, 10:51

Llamarlo «el peor desastre forestal del siglo en España» es una exageración. El siglo, en 2012, casi acababa de empezar y quedaban 88 años por delante. La desgracia para los autores -involuntarios- es que se les va a aplicar toda la ideología ecologista (aderezada con la fiebre del cambio climático del momento). No han tenido suerte con la época y con el estado de opinión que les ha tocado.

Se apuntan «indemnizaciones millonarias a la Generalitat», pero lo cierto es que las responsabilidades de la Generalitat son inmensas; por su ineficiente política forestal. Espesura de los bosques, carencia casi total de cortafuegos, replantaciones sin aclarar con pinos de edad media tocándose unos a otros, permisividad con los campos de secano abandonados, impedimentos para explotación forestal extractiva y para uso de ganadería itinerante...

Respecto a «las consecuencias irreparables en el aire, en el suelo, en el agua, en la flora y en la fauna», he visto sucesivos incendios forestales en la zona de Cortes desde los años 80. El suelo, la flora y la fauna se han regenerado de manera natural; como así ha sido por siglos. Y sobre las «infraestructuras destrozadas» son, en su mayoría y pocas, casas de labor de piedra y en ruinas por su abandono de generaciones. O señales de tráfico, muchas de las cuales siguen quemadas y sin reemplazar... O postes del tendido telefónico, con líneas mínimas en número y de escaso interés estratégico (todo el mundo tiene móvil) y... hasta de los pueblos ya se habían retirado las cabinas de Telefónica.

Si consideramos sus más de medio millón de toneladas de CO2 generadas y, por lo tanto, «lo que contaminan 380.000 coches en un año» podríamos añadir que más contaminó el incendio de la Sierra de Ayora de agosto de 1979 sin que nos lleváramos entonces las manos a la cabeza. Y si sumamos todas las chimeneas de leña y de 'pelé' de las casas particulares...; todas las quemas de rastrojos de arroz de la Albufera o de podas y 'retallines' de almendros y oliveras de la Comunidad Valenciana...

La «cortina de partículas en suspensión» pudo ser «apocalíptica, pese a que el fuego estaba a muchos kilómetros de la ciudad». Pero el incendio de la Sierra de Ayora de 1979 puedo afirmar que me pilló en la Avenida de Navarro Reverter de Valencia y vi desaparecer también el negro asfalto bajo la capa de 'maná' blanco de las volutas densas de la ceniza. Más apocalíptico sería, en un día también de Poniente, un desastroso problema en la Central Nuclear de Cofrentes (a una cincuentena de kilómetros en línea recta). Y, sin embargo, no parece preocupar que el Camino del PENVA (Plan de Emergencia Nuclear Valenciano de escape por el corredor natural de las partidas de La Dehesa y El Pansero lleve más de un año arrastrado y aniquilado por las torrenteras de las lluvias.

Efectivamente, respecto a la «estabilidad de los agregados y... respuesta a la escorrentía», tuve ocasión de hacer comprobaciones en 1981; cuando recorrí el sendero de Gran Recorrido GR-7 por la quemada Sierra de Ayora; para repintarlo. Efectos que, como he dejado escrito en otra página y momento, tanto contribuyeron a formar un 'ariete', de materiales sueltos y estallados y ramas abandonadas tras la interesada saca de pinos quemados, contra la presa de Tous en las lluvias de 1982. Lo que no pareció llamar la atención en los informes sobre aquella riada.

El fuego nunca empobrece tanto un terreno, pese a la «alteración de la composición orgánica del suelo y un incremento de la alcalinidad» (recordemos las rozas voluntarias). Estoy acostumbrado a ver brotar la vida, bastante pronto y con mucha fuerza en los terrenos quemados. A la altura de la partida de Llanorel (Yátova), a la margen izquierda de la carretera a Cortes de Pallás y en dirección monte arriba y -también- entrando hacia el embalse de Forata, pueden verse islas completas y tupidas de nuevos pinos. Que, por cierto, nadie se está molestando en pasar a podar y a aclarar; para que no vuelvan a ser presa fácil del próximo incendio.

¿Que «provocará una importante pérdida de suelo por procesos erosivos»? ¿Pues cómo se han formado la Plana de Castellón, la Huerta de Valencia, Las Riberas y La Safor?

La «vulnerabilidad de los acuíferos» no será nunca mayor que la que promete el vertedero de basura metropolitana de Valencia sito en Dos Aguas, con sus millones de toneladas putrefactas y su filtrado al fondo. Un verdadero riesgo para las vecinas aguas del Júcar, que llegan a la capital a través de la Acequia Real.

Y que «la restauración del daño ambiental tendría un coste estimado de 31'3 millones» sólo quiere decir: que no se va a hacer.

Imaginemos, además, toda la protección que se habría conseguido de haber gastado esa treintena millonaria en labores previas de limpieza y cortafuegos.

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