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El cine ya no suena igual. Parece una queja de abuelo cebolleta, pero es cierto que las grandes películas del último cuarto del siglo XX están inevitablemente unidas a una melodía, un tema musical con la personalidad de un auténtico protagonista. En nuestra cabeza empiezan a sonar compases con sólo decir 'Star Wars', pronunciar el título de 'Memorias de África' o 'La lista de Schindler' por no decir 'Superman' o 'La Pantera Rosa', que sin importar los 'remakes', van solas.
Hasta cuando se elegían temas clásicos se les trataba de forma que, inevitablemente se incorporaban a la discografía colectiva. Buen ejemplo de ello fue la popularidad que aún conserva el 'Nessun dorma' del Turandot de Puccini. Aunque era una de las piezas que lucían en los recopilatorios operísticos, se convirtió en un bombazo cuando sonó en 'Los gritos del silencio' (The Killing Fields, 1984), mientras el periodista del New York Times protagonista recurría a todo lo que estaba en su mano para salvar la vida de su amigo y traductor, Dith Pran, atrapado en los campos de reeducación de la Camboya comunista.
Son composiciones de cine que funcionan solas, en algunos casos, perviviendo más allá de la propia frescura de la película, que puede haber llevado peor el paso del tiempo que su banda sonora. De hecho, cuando la Orquesta de Valencia ofrece programas musicales más populares suele incluir temazos de este tipo que, en el mejor de los casos, suelen tener más de una década.
El problema es que hoy es complicado encontrar ejemplos de ello. Está claro que todo tiene un acompañamiento musical, pero suele estar tan sometido a las tramas que no logra tener vida propia. Por eso son pocos los que pueden tararear el tema principal de 'Los Vengadores', 'La forma del agua' o 'Black Panther', por decir tres taquillazos que, en principio, tendría que tener melodías inesquivables.
Hoy que votamos nos encontramos también al final de una película en el que la melodía del mensaje de cada formación es difícil de entonar. A grandes trazos sabes que unos afinan más que otros, pero las fronteras son confusas, más allá del ecuador que ambos frentes insisten en considerar infranqueable. Más allá de palabras huecas, es difícil oír debate, porque, como decía el neurocientífico George Lakoff, «cuando faltan las palabras es porque faltan las ideas».
¿La culpa es de los intérpretes? Pues igual, también. A estas alturas, con tantos candidatos, de tantos partidos, tras tantas elecciones y decepciones, muchos aspirantes ya se tiran por el barranco ellos solos con sólo abrir la boca. Iletrados, torpes, incompetentes, tan faltos de prudencia que dejan botando el balón delante de su portería en plena ofensiva contraria. Y eso que ellos son los primeros espada, así que, ¡cómo será la comparsa!
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