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Indulten a los rehabilitados y no a los mamonics

UNA PICA EN FLANDES ·

Domingo, 20 de junio 2021, 00:54

La mayoría de los hijos nacen para quedarse donde los sueltan, para hacerse viejos a la vista del Miguelete o del que sea el campanario de su pueblo. Otros, sin embargo, llegan con ganas de darle una vuelta al mundo. Edu y yo, misma edad con una semana de diferencia, mismas gafas, incluso mismas dioptrías, novias distintas, eso sí, obviamente hablamos de tiempos monoamorosos en que cada perro lamía su hueso, pertenecíamos a esta clase de muchachos vagabundos, irremediablemente heridos en el culo por la curiosidad y el espíritu viajero. El que haya vivido en más de veinte casas a lo largo de mis años tiene que ver con ese mal asiento que sufro.

De los diecisiete a los veintitantos, cada vez que a Edu y a mí nos picaba la urgencia por volver a marcharnos, ya digo a Jávea, a Vinaroz, a Taizé, al kilométrico, a donde fuera..., unas semanas antes poníamos en práctica lo que llamábamos «la política familiar». Consistía esa política en hacerles la pelota sin reservas a nuestros padres con la esperanza de que llegado el momento de pedirles dinero para el viaje no pudieran negarse. Se nos podría considerar maestros de la lisonja pues no nos limitábamos a estirar la cama, repetir calzoncillos para ahorrar lavados o levantar la tapa al mear, no, qué va..., íbamos mucho más allá, rompíamos moldes y dábamos conversación a los papás. Nos sentábamos con ellos después de cenar y escuchábamos con expresión deslumbrada cuanto quisieran contarnos. Nuestra atención funcionaba como un taxímetro, a más horas de ponernos a su nivel parlamentario menos suelto esperábamos recibir el estipendio. Ellos se daban cuenta, claro, y nos llamaban «los mamonics», que era una forma ochentera de calificarnos de «mamones» porque no dejábamos que descansara la teta expendedora de «suelto, pero no muy suelto».

A Edu y a mí, ya convertidos en padres y casi abuelos, nos sorprende cómo los independentistas van a conseguir la paga del indulto sin arrepentirse ni pedir perdón. Quizá incluso sin levantar la tapa al mear. ¡Sin hacer política familiar! Por lo largos que son los procesos, aquí cada día entran en la cárcel condenados que dejaron atrás a la persona que delinquió y no se les indulta, pero sí a estos que presumen de que repetirán su intentona y que no dan las gracias. ¿Dónde queda entonces el principio de igualdad? Si perdonas a quien no se lo gana condenas a quien lo castigó. De indultos a Barrabás está empedrada la historia de la gilipollez humana. ¿Quieren liberar presos?, empiecen por los rehabilitados y dejen estar a los mamonics hasta que hagan política familiar.

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