Inexplicable menosprecio

Las fallas siempre han tenido que soportar el menosprecio de algunos sectores de la sociedad e instituciones, que por el contrario les han dado el valor justo cuando han generado negocio. Ahí sí que no se les ha restado valor alguno.

La pandemia que nos ha tocado vivir ha trastocado la normal convivencia de los valencianos. Y las comisiones falleras, en este tiempo, con seriedad y prudencia, han dado una lección de cómo gestionar la crisis ocasionada. Hasta la fecha no ha habido ni un sólo brote que haya nacido en un casal.

Es incomprensible que a estas alturas, en el casal, con la prudencia y medidas de aforo exigidas, no se pueda, por ejemplo, tomar un refresco, o que se limite su horario, mientras al tiempo contemplamos botellones en la calle, así como bares y restaurantes atestados de público. El trato es discriminatorio, sobre todo habiéndose solicitado una desescalada para reanudar la vida en los casales, la mayoría de ellos asociaciones culturales, aspecto que tampoco se tiene en cuenta.

El fallero no entiende la falta de empatía de la conselleria hacia este colectivo, que ha cumplido y cumple las normas; empatía que no ha faltado con otros sectores. Este menosprecio ha calado en el seno de las fallas. Creo que ni los responsables ni sus asesores, si los tienen, han sopesado las consecuencias. Luego, cuando toca presumir de la fiesta sí que hay 'feeling', pero a veces, normalmente cuando toca apostar de verdad, se demuestra ese cóctel de desconocimiento y prejuicios que guía las decisiones. A los hechos me remito.