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Desde que se confirmó la muerte de la pequeña Olivia, una corriente de dolor atraviesa todas las capas sociales. Es un escalofrío colectivo, un momento ... de verdad que tiene fecha de caducidad. Lo sabemos porque hace diez años desaparecían dos niños en Córdoba y no recordamos sus nombres. Ruth y José, los hijos de Ruth Ortiz. Su padre, José Bretón, cumple cárcel condenado por asesinato con premeditación. El sentimiento por la pérdida de los menores es puro. El mensaje, a veces, equívoco: «¿Qué culpa tendrán los niños?» Ninguna, tampoco ellas. Comparten la desgracia de tener un progenitor y una pareja sin valores, en una sociedad que no termina de hacer suyo el dolor de las víctimas. Como el de Ana, quemada viva por su exmarido en 1997. Una vida de palizas y cuántas lágrimas de desamparo hasta el fin. Seguimos igual.

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lasprovincias Un instante de dolor colectivo