Intolerancia lingüística
El autor denuncia la operación de despersonalización y acoso del valenciano y su lenta pero imparable absorción por el catalán
ALEJANDRO AGUSTÍN NOGUÉS | ABOGADO
Jueves, 23 de julio 2020, 07:32
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ALEJANDRO AGUSTÍN NOGUÉS | ABOGADO
Jueves, 23 de julio 2020, 07:32
La intolerancia en la historia de las ideas en Europa, nos remonta a la intolerancia religiosa en los siglos XVI, XVII y XVIII, época en la que se empezó a elaborar un corpus doctrinal sobre la intolerancia a partir de las aportaciones de los filósofos, como se recoge por distintos autores en Forjadores de la Tolerancia de María José Villaverde Rico y John Christian Laursen (Editores). Spinoza padeció la intolerancia religiosa. El ilustrado Voltaire calificaba la tolerancia activa de receptiva ante la diferencia, respetando la diversidad de posiciones allí donde es imposible llegar a discriminar y anteponer lo que es verdadero y bueno sobre lo que no lo es. Rousseau reivindicó la libertad de conciencia y de no someterse a las opiniones de otros como regla de fe o norma de conducta. Kant considera la tolerancia como respeto. Hay que respetar a la persona como ser humano y fin en sí mismo. No se trata solo de tolerar (soportar) las diferencias sino de reconocer y respetar a las personas que piensan diferente.
Así pues, la tolerancia pasó de la religión al ámbito de la libertad y el derecho de los individuos. Esa libertad comprende la de pensamiento, opinión, manifestación y publicación en la lengua elegida. El ámbito lingüístico ha sido siempre uno de los campos en donde ha florecido la intolerancia. La convivencia pacífica de las lenguas es garantía de relaciones sociales armoniosas poniéndose en riesgo la estabilidad y convivencia sociales cuando se enfrentan los hablantes, cuando una se trata de imponer sobre la otra o también, como sucede en nuestra autonomía, cuando una de ellas se desnaturaliza sometiendo su identidad a la de otro territorio que desde hace décadas utiliza la lengua como palanca de su ideología nacionalista expansionista, y, ahora separatista, utilizándola como Caballo de Troya, para introducir su identidad en tu propio territorio.
El catalán fue normativizado como lengua diferente y diferenciada en el siglo XX, antes y, pacíficamente, era una rama del provenzal, sumando décadas fortaleciéndose y convirtiéndose en un signo de identidad exclusivo y excluyente, promocionándose la catalanidad como si fuera también propia de los demás. Recientemente hemos asistido al enésimo fracaso independentista acreditando ser incapaces de superar el círculo vicioso de «ir de derrota en derrota hasta la victoria final», arrastrando así a casi la mitad de los catalanes en su ensimismada y ensoñada sedición unilateral, generando inestabilidad política y social en una Cataluña dividida, así como en España, pretendiendo exportar a Valencia, con la lengua, su nacionalismo separatista auspiciando los inexistentes países catalanes. Mientras tanto, la oprobiosa e injusta infrafinanciación pública del Estado en la Comunidad Valenciana sigue sin resolverse porque en la agenda política nacional no ha habido en estos años, otro problema que el independentismo catalán.
En la Comunidad Valenciana, se ha implantado el valenciano como dialecto del catalán. En contra la lengua valenciana de las Normas del Puig, propia y diferenciada del catalán que, con el fundamento de nuestra historia y cultura, nos reafirma en nuestra identidad valenciana. Por su parte la Academia Valenciana de la Lengua, incumpliendo su ley reguladora, y, para perplejidad de sus defensores de buena fe, acepta ya sin ambages, la unidad de la lengua y la preeminencia del catalán, lo que anticipa la desaparición del valenciano por el catalán en nuestro territorio. Es un objetivo vergonzoso, pero no por ello menos claro y manifiesto, de la Dirección General de Política Lingüística, que publicó unos Criterios lingüísticos, que siguen, defienden e imponen el catalán en la administración valenciana. Son verdaderos censores a los que les asoman las greñas jacobinas imponiendo su dogma lingüístico e ideológico, tratando a escolares y usuarios de la lengua valenciana de ignorantes que no saben hablar ni escribir.
Tales normas lingüísticas son las del Instituto de Estudios Catalanes, que propugna la desaparición de la AVL, sin que esta se defienda, presa de las contradicciones de algunos y del mayoritario seguidismo catalán. Es decir, la AVL, entidad de rango estatutario valenciano, antes no era respetada sino ninguneada, por nuestra Conselleria y su Dirección General, atacada por el IEC que propugna su desaparición, y, como colofón, no tenía ni tiene el respeto de la mayoría de la sociedad valenciana que siente el valenciano como lengua propia y diferenciada del catalán. Ahora, ¡caretas fuera!, defiende el catalán.
La lenta extinción por absorción de la lengua valenciana por el catalán, es una afrenta que el digno y honorable sentimiento de lo valenciano está arrostrando hasta que los valencianos decidamos cambiar la situación por ser la impostura burda y patente. Aún hoy se puede escuchar, que no existe problema lingüístico alguno, mientras que el nacionalismo separatista catalán defiende hasta el aburrimiento, incluso en la tribuna de las Cortes Generales, la independencia para los catalanes y los que no lo somos, usurpando nuestra identidad y lengua valencianas.
Al pairo de una coyuntura política favorable, una entidad subvencionada por la Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento y la Diputación, además de otras entidades nacionalistas y separatistas catalanas, ha fomentado en Madrid la sustitución de la denominación de valenciano por la de catalán. Volen fins a la baïna... «costi el que costi».
Una cita ad hoc: «La imposición provoca la repulsión». Su autor Prat de la Riba en La nacionalitat catalana (cap. VIII). Nos tratan de vender que su clamoroso derecho es para nosotros una sumisa obligación.
Goya lo grabó para siempre con dos palabras: «Trágala perro».
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