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Detesto a las personas que únicamente son capaces de identificarse con sus iguales, los que solo ven películas y leen libros que hablen de ellos, para reafirmarse en lo que son y en lo que piensan, porque cualquier atisbo de diferencia les resulta lejana y ... seguramente peligrosa. Los que buscan referentes cortados por su mismo patrón y no dan oportunidad a ninguno más, ya que les resulta inconcebible que sujetos con vidas diferentes a las suyas puedan coincidir con ellos en ideales, sentimientos o sufrimientos, en maneras de entender o atender el mundo.
Detesto también a los que asumen las ideologías como entes inamovibles e inquebrantables que no pueden ser discutidas o matizadas, los que se empeñan en polarizar todo hacia la izquierda y la derecha y no creen en un pensamiento crítico que ayude a mejorar opciones políticas o programas de gobierno. Los que prejuzgan a la mínima de cambio o censuran comportamientos basándose en sus propios modelos, los que generan prototipos firmes de lo que debe ser alguien conservador o progresista y que no admite cuestionamientos o salvedades que puedan modificar esos esquemas.
A Ana Iris Simón le dejé el libro hecho unos zorros cuando lo leí, de todo lo que subrayé en su lectura. Me identifiqué en muchas páginas con esa joven nacida en los 90 en Campo de Criptana, con la que en teoría no tengo nada que ver y a la que sin embargo entendí cuando se quejaba de un mundo uniforme que no admite grietas. Tal vez porque a mí, como a su padre, me gusta vivir en los relatos y me sigue encantando jugar. Reconozco que me fascinó la reivindicación de lo simple, y de otros tiempos en los que con poco nos sentíamos satisfechos y en los que no éramos presas de cánones ni estereotipos. Le discutí también algunas cuestiones, claro que sí, aunque agradecí sus razonamientos y que no se dejase llevar por modas o frases huecas, que es lo que impera ahora con demasiada frecuencia.
Adiviné enseguida que ese 'Feria' iba a escocer en distintos lados, porque lanzaba dardos a un sitio y a otro y no se empeñaba en abanderar nada. Porque bastante tenemos algunos con abanderarnos a nosotros mismos como para aspirar a empresas mayores.
El caso es que a Ana Iris le invitaron el sábado a Moncloa a hablar de #Pueblosconfuturo, así con hastag para que resulte más moderno. Y dijo lo que se esperaba de ella. O lo que, al menos, cualquiera que la haya leído pudiera esperar. Y quiero pensar que los organizadores la habían leído. Ella aprovechó el acto, para lanzar una reivindicación que no debería tener color -que el Gobierno garantice el acceso a la vivienda y al trabajo a las generaciones actuales-, pero que algunos, empecinados en las trincheras han querido llevar a un terreno u a otro para su propio beneficio. Esos que todo lo mueven a la izquierda o a la derecha maniqueas son los menos interesados en que haya ningún debate.
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