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Hoy es San José y supongo que sigue siendo fiesta. No sé si quedará algún voluntarioso dispuesto a llevarle flores a la estatua del puente, pero el caso es que hoy es el día en que quemábamos las fallas. Hemos consumido los tres primeros días y vivimos el cuarto con el alma suspendida por no conocer los premios; sin haber hecho el sacrificio de unas ofrendas deslucidas por la lluvia; sin habernos dado el consuelo de las carpas repletas, las calles con aroma de paella y ese mínimo alegato contra las churrerías. ¿Hubiera funcionado la seguridad en la Lonja? ¿Habrían venido más turistas? ¿Cómo hubiera sido la Nit de Foc?

Esta noche, los bomberos, y los servicios de limpieza, tenían que haber dado el callo, como siempre. Y como de costumbre, mañana tendríamos la ciudad limpia y disponible y el informe de las toneladas de basura recogidas, un 3'2 % más abundantes que el año anterior. Son las pequeñas-grandes cosas de una ciudad, la nuestra, construida sobre ritos y costumbres.

Ayer me asomé a la ventana y vi a un ciclista enmascarado que, por la acera, hizo la graciosa intención de atropellar a un viejo que caminaba deprisa por la orilla del río, sin duda para acudir a una urgencia familiar. Le dijo de todo menos guapo, pero el animal de dos ruedas ya estaba lejos. Me indigné al ver ante mis ojos una prueba de inmoralidad ciudadana, la evidencia de que hay gente que no merece disfrutar del beneficio de Valencia.

San José, el humilde carpintero. El de siempre, el de Bernat i Baldoví y Regino Más. El paciente San José, un poco olvidado pero digno en su papel. No podremos ir a Obispo Amigó ni comer con Pepe Herrero, que hace quince días no encontraba restaurante, fíjate, de lleno que estaba todo. Felicitaremos a los Pepes y Pepitas, miraremos por la ventana las banderitas mustias y quizá encontremos en un rincón el avío para hacer un chocolate con pan frito. ¿Habrá alguna botella de anís por algún rincón?.

Hoy se quemaban las fallas. Quemar no es incendiar, so bestias. Los auténticos falleros han repudiado siempre ese vandalismo cruel que se ha visto en Reino de Valencia. Eso no es mi fiesta. Con demasiado secreto, sin avisar a esos notarios que son los fotógrafos de la prensa, han quemado la falla municipal. Por lo menos han tenido el detalle de salvar el busto de la muñeca. Con su mascarilla, espero que sea el símbolo valenciano de esta epidemia. Y si son listos en el Ayuntamiento, en el verano la veremos otra vez, y para siempre, como recuerdo ejemplar de nuestro triunfo contra la enfermedad.

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