Urgente La Lotería Nacional de este sábado reparte el primer premio en diez municipios, uno de ellos de menos de 1.700 habitantes

Desgraciadamente, he asistido a tres juicios en las últimas semanas. Es una lástima, porque también me mezclo con lo más granado del poder legislativo y ... ejecutivo valenciano, por lo que mi fe en los poderes del Estados, separados, juntos, mezclados y hasta agitados, se encuentra en serio peligro. Una vez aterrizas sobre esas cosas supuestamente tan vinculadas con el sentido institucional, el resto de los sentidos sufren un peligroso embotamiento. Sobre todo el sentido común.

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Me resisto a descalificar de manera general y total a los políticos, tanto a los que legislan como a los que gestionan o los que hacen oposición. Hay problemas vinculados a las dinámicas internas (la voracidad de los partidos, la imposibilidad de discrepar, la mala manera de liderar...) y externas (falta de financiación, de formación y hasta de valores sociales y cívicos que nos permitan prosperar) que disculpan la ineficiencia de los cargos políticos y electos. Es muy difícil ser presidente de la Generalitat o jefe de la oposición. Y aunque tienen a su alrededor palmeros que les invitan a caminar sobre las aguas, a diario se encuentran con esa prensa y esos rivales políticos que les cuestionan y les impiden el relajo. Desgraciadamente, en el mundo judicial esa crítica constante, feroz y en ocasiones excesiva es, lisa y llanamente, imposible.

Los que no acudimos habitualmente a los juicios no dejamos de sorprendernos de lo que allí ocurre. En primer lugar, la lentitud con la que se desarrollan los procesos sugiere una evidente falta de medios, que se refleja en las vistas. Es triste observar la precariedad que sufren en todo lo vinculado con soportes tecnológicos. Pero no es menos triste e inquietante contemplar el ambiente insano en el que se desarrollan los procesos. A los jueces no les tose nadie. Nunca. Esa ausencia total de objeciones reales (las protestas son timoratas en extremo) potencia la indeseable sensación que puede anidar en cualquier ser humano de sentirse infalible si nadie, nunca, le puede o se atreve a llevarle la contraria. El lunes pasado, en la Audiencia Nacional, un juez pospuso el inicio de la vista y, ante las protestas de las partes por los retrasos, anunció que esta semana se señalarían comparecencias todos los días para agilizar el juicio. Un letrado le hizo ver que eso no era posible, y lejos de rectificar, el juez le reprochó no haberle entendido. Y el abogado se calló. No conviene contradecir a un juez en su juzgado ni lo más mínimo. Nada. Esa máxima es del todo insana. Alimenta soberbias. Cualquiera se da cuenta de eso, pero a ver quién tiene narices de decírselo a los señores que tienen en sus manos impartir justicia.

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