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Urgente Muere una joven al ser atropellada en un paso de peatones de la ronda norte de Valencia

El 15 de abril de 2015 Pablo Iglesias se saltó el protocolo para regalar públicamente a Felipe VI un pack de Juego de tronos. Ocurrió en Bruselas durante la visita del rey a las instituciones europeas. «No la he visto», le dijo el monarca. «Le gustará», aseguró con sonrisa irónica el entonces eurodiputado de Podemos cuando todavía llevaba coleta y hablaba de asalto a los cielos. Ahora luce moño y se sienta en el Consejo de Ministros gracias a Pedro Sánchez. Iglesias ha confesado ser un apasionado de la saga de fantasía y poder -hasta ha publicado un manual sobre ella titulado 'Ganar o morir'- en la que sus protagonistas durante ocho temporadas luchan para tomar el control del Trono de hierro. Una delicia para los amantes de la estrategia que como él saben de buena tinta que no hay nada como emponzoñarlo todo y agitarlo hasta que salten chispazos capaces de provocar un incendio tal que al final no se adivine cuál era la causa que hizo que todo ardiera, porque todo estaba podrido. El vicepresidente segundo que, con 35 diputados, representa a la mitad del Gobierno ha decidido reactivar su batalla contra la Corona con el matiz diferenciador respecto antaño de que sus ataques de hoy se dirigen desde el Poder Ejecutivo que él y sus ministros representan. Es decir: cualquier declaración por su parte puede tener el calibre de abrir una grieta institucional. «La posición de una monarquía hereditaria que maniobra contra el Gobierno democráticamente elegido, incumpliendo de ese modo la constitución que impone su neutralidad, mientras es aplaudida por la extrema derecha es sencillamente insostenible». Que Alberto Garzón, comunista militante y responsable de Consumo, publique un tuit en esos términos y que, posteriormente, Iglesias remate la sentencia exigiendo «neutralidad de la jefatura del Estado» requeriría que Sánchez en lugar de guardar silencio diera alguna explicación coherente y responsable sobre la lista de prioridades gubernamentales en esta crisis más allá de la agitación permanente en las redes sociales convertidas en una constante pelea de gallos. La Zarzuela se vio obligada a precisar el tono de la llamada de Felipe VI a Carlos Lesmes -aireada por éste a los cuatro vientos- después de que la Moncloa impidiese por primera vez al Monarca presidir la ceremonia de entrega de despachos a los nuevos jueces en Barcelona. El ministro de Justicia ha admitido al final que se vetó su presencia por la inminente sentencia sobre Torra -inhabilitado ayer por el Supremo- y el aniversario del 1 de octubre. Según el presidente del Consejo General del Poder Judicial, el rey le transmitió que le habría gustado estar allí. Según la Casa Real, esa comunicación se produjo sin «consideraciones institucionales respecto del acto». Un acto en el que, por cierto, se escucharon vivas al rey y un micrófono indiscreto escondido tras una mascarilla con un «se han pasado tres montañas» atribuido a Juan Carlos Campo que él no reconoce como propio. Igual resulta que alguien le hizo playback como a Carlos Galiana.

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