Jugar con fuego

Que era lógico que tendríamos unas Fallas difíciles lo sabía hasta el menos avispado de la clase. Lo que no es de recibo es que algunos intenten poner palos en la rueda a pocos días de celebrarse. Que el político de turno intente marear la perdiz lo puedo hasta entender. Ahora bien, que sea el fallero el que lo haga después de haber estado representado en las conversaciones con las instituciones competentes y haya dado el visto bueno a lo aprobado es inexplicable.

Llegados a este punto ya nada detendrá el hecho de que el ciclo de 2020 por fin concluirá con una plantà y cremà, con determinados actos y con las Fallas intentando salir del laberinto impuesto por la pandemia aquel 10 de marzo. Con las primeras piezas de falla llegando a las demarcaciones, algo previsto para hoy mismo, se inicia un proceso que tendrá su colofón con una nit de la cremà adaptada a las circunstancias.

Una vez concluido el ciclo deberemos afrontar cuestiones que se han visto más claras que nunca precisamente a raíz de todo lo vivido. Una de ellas es el concepto que tiene el público en general de la fiesta. Muchas personas, descreídas de la esencia fallera, han hecho ver, a su parecer, que unas fallas sin fiesta, verbenas y ocio nocturno no son unas fallas 'de verdad'. ¿Esta apreciación nace del desconocimiento o de la asimilación del actual modelo festivo? En todo caso, es de juzgado de guardia.