EL JURAMENTO

Estaba yo dándole vueltas al magín con este asunto del prometer y jurar en el caso del Congreso de los Diputados, cuando, repentinamente, me pregunto por qué hay que jurar y si eso de la libertad de la fórmula es un deber, un derecho o no es nada. Sí. Es un deber tal y como lo señaló el Tribunal Constitucional, lo que no me impide pensar en el hecho y su contenido.

En un flash surrealista me digo que eso de jurar es el resultado de la desconfianza y vengo en recordar lo del Cid, por ejemplo, con el rey de Castilla y León en Santa Gadea, al hacerle jurar que no había intervenido en el asesinato de su hermano. Resultó que, según la historiografía al uso, es un mito, vaya usted a saber.

No te puedes fiar de nadie y yo creo que eso se llama desconfianza. En la tradición de la etnia gitana, al parecer, obligan a invocar a los muertos del otro para asegurar decir la verdad. No es nuevo. He leído que los egipcios lo juramentaban casi todo, hasta las hierbas de sus jardines, y, por cierto, al ajo gran remedio salutífero. Vuelvo al Congreso. Por mucho que diga doña Batet, no tengo para mí claro que eso de jurar por las trece rosas, por la república catalana, por los trabajadores o incluso por España, ahora en boca de todos, no contiene elementos capciosos en su semántica y puede servir como reclamo electoral.

Si Clío, la musa de la Historia, diese una conferencia en el hemiciclo recordaría a sus señorías que el juramento trata de fijar un deber y aquí, de momento, sólo hay uno que es estar en consonancia con la Constitución y nada más. Me olvido de medievalías varias y abjuro de lo que se decía que al perjuro se le secaría la mano derecha. Las 'ordalías' o juicios de Dios han pasado a mejor vida. Vamos aquí a lo que vamos. Tenemos una Constitución y el resto de «bromas» mediáticas para el cine o el reportaje.

¿En esos inventos de jurar o prometer por otras causas añadidas se contienen intenciones ocultas de no acatamiento? ¿Son juramentos de malicia que dirían los expertos del foro?