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La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original

KILIAN JORNET SOLO CORRE

La cantina ·

Es uno de los mejores deportistas españoles de todos los tiempos, pero dice que él no es productivo para la sociedad

Domingo, 1 de octubre 2017, 09:35

Qué rápido se disuelve el poso de las vacaciones. Volví el martes y varios compañeros del periódico se sorprendieron por esa sonrisa estúpida que paseé por la redacción mientras tendía manos y repetía lo mismo una y otra vez. «Se te ve feliz, cabrón», me escupieron. Incluyo el cabrón porque demuestra que, aunque amigable, a la gente enmadejada en la rutina laboral le da rabia ver a un semejante feliz.

La felicidad se vuelve efímera en cuanto rozas el teclado. Empiezas a rellenar la firma y cuando vas por 'Fern...', sin haber escrito siquiera una línea, ya no queda ni un trocito de aquella sonrisa insultante.

En esos días de readaptación al trabajo, mientras lubricas las neuronas, sobrevives de los recuerdos que, al contrario que la sonrisa, aún se sostienen. La playa de Rosshili, los acantilados del camino pedestre de Pembrokshire, el pico del Snowdon cegado por la niebla... El salvaje Gales, caramba. Intentas volver a ese refugio que te aisla de jefes y jefecillos, de gente con prisa y majaderos profesionales, del compañero que no tragas y de esa becaria de ojos azules que no te ha brindado ni media mirada en todo el verano. En cuanto asoman, vuelves raudo a los interminables prados verdes y acampas allí con el vano propósito de seguir siendo feliz. Solo un minuto más. Un segundo. Algo.

Pero hasta eso se nos escapa. Pasados unos días solo permanece Kilian. Él no me abandona. Tuve la fortuna de conocerle hace dos semanas. Él fue a correr, y a ganar, por las crestas de las bellas montañas de las Highlands en la Salomon Glen Coe Skyline. Y yo, básicamente, fui a hablar con él. Quería mirarle a los ojos, preguntarle, escucharle. Arrancar el envoltorio y ver a qué sabía lo de dentro.

No soy mitómano. Bueno, sí lo soy, pero de momentos deportivos más que de deportistas. Kilian Jornet es una excepción. Al corredor de la Cerdanya lo adoro sin recato. No solo por sus proezas con zapatillas o esquís. No solo por sus gestas sobrehumanas. Fundamentalmente por ser como es. Por su respeto por el deporte, por su devoción por la montaña, por sus valores.

He leído páginas y más páginas sobre él. Incluidos 'Correr o morir' y 'La frontera invisible', los dos libros en los que cuenta su vida y vuelca sus ideas, sus pensamientos, que son los que le diferencian de otros portentos.

Kilian, aunque mucha gente no lo sepa, es uno de los mejores deportistas españoles, o catalanes, o lo que sea, de la historia. Pero él se sacude los méritos. «Yo solo corro», me soltó la víspera de su carrera en una casa de dos pisos en las que se alojaba, en Escocia, junto a su chica, Emelie Forsberg, la deportista sueca que trepa por los riscos y baja por las laderas con una flor en el pelo y una sonrisa, más bonita aún, en el rostro.

Kilian solo corre. Solo corre como nadie más lo ha hecho, pero sí, él solo corre. Levanta admiración por donde trota, sea el continente que sea, pero sí, él solo corre. Es casi más conocido en Francia que en España, pero sí, él solo corre.

Se explicó. «Yo puedo ser muy bueno corriendo o esquiando, pero lo que hago no es productivo para la sociedad, no le aporta nada. Eso lo hacen los médicos o los científicos, por ejemplo. ¿Yo? Yo solo corro».

El día de la carrera fuimos varios periodistas a un par de montañas a verle correr. En una subí hasta un punto bien alto, al lado de unas cascadas, y esperé jadeante sobre la hierba húmeda. Al cabo de un rato, zigzagueando por las faldas del monte, empezaron a atisbarse cuatro puntitos. Poco a poco se iban aproximando y, cuando ya estaban más cerca, pude ver que iban hablando amigablemente. Corrían en fila, pero se iban diciendo cosas. Ya habría tiempo después de alargar el tranco y dejar atrás a los compañeros. Hasta entonces, ¿por qué no hablar? Si solo corrían.

Y allí estaba él. El más grande. Descendiendo con una fluidez, un 'flow', una armonía, que explicaban sin una palabra por qué no se lesiona, por qué puede seguir corriendo tantas montañas después. Su cuerpo se pliega y se despliega a cada zancada. De manera natural, innata. Y ves que aquello es eficaz, pero también bello, muy bello.

Ya está. Ya he acabado. Unas líneas, un texto, un día más sobreviviendo al trabajo que alimenta buche y alma. Una semana que se va a la misma velocidad que los recuerdos. Gales, Escocia, Kilian. Bueno, él no. Él siempre corre. Kilian solo corre.

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