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No sé quién me da más miedo, si Kim Jong-un, el dictador norcoreano, o la locutora que anuncia sus locuras por televisión. La vocera aparece vestida con una especie de kimono de color rosa. En realidad es el 'chima jeodori', el traje tradicional coreano, que debe de tomarse como una demostración de la esencia patria solo para mujeres porque los hombres que acompañan al dictador en cada imagen visten el 'uniforme' clásico de cuello Mao en adaptación coreana y color oscuro. Sin embargo, a poco que nos fijemos, comprobaremos que hay un código cromático en sus apariciones muy estudiado, pues cuando murió el padre del actual dirigente, salió, compungida, vestida de negro con un diseño más sencillo y, en cambio, ahora y en cada lanzamiento o prueba nuclear, aparece de color rosa. Con su camisita y su canesú.
La famosa locutora se llama Ri Chun-hee y, al parecer, es la Laura Valenzuela de la tele norcoreana. Es toda una institución que comparte sala de estar con los ciudadanos desde hace décadas. Tanto que debe de ser de la misma promoción que Jordi Hurtado pues no se sabe muy bien la edad que tiene pero ya ha cumplido algunas primaveras, entre 70 y 80. Es, quizás, lo más positivo de su figura. En España no es habitual encontrar presentadoras de esa edad aunque sea para momentos concretos, como es el caso de Ri Chun-hee que solo aparece ya en días especiales. Así, el mensaje es sencillo y doble para los norcoreanos: la prueba nuclear es una gran y buena noticia. Grande, porque sale ella y buena, porque viste de rosa. Consigna eficaz solo con mirar a quien la cuenta por televisión.
Lo más llamativo, sin embargo, es la capacidad dramática de la interesada. Llora si hay que llorar y da saltitos en el asiento si la noticia es estupenda, como la última. Saltitos acompañados por una sonrisa y un tono jovial con el que se permite, además, hacer advertencias a los espectadores. Algo así como «queridos niños, hay que irse a la cama pronto no sin antes lavarse los dientes» que para la Casimira asiática se traduce en que no acepten caramelos de desconocidos ni consignas de libertad de Occidente.
Mientras tanto, el resto del mundo no sabe cómo acabar con un monstruo alocado y dispuesto a todo. Con el pelo a cepillo, quiero decir, no oxigenado. Con ése parece que el proceso es más claro aunque pase por los tacones de Melania. Ni la ONU ni China del brazo de Rusia son capaces de frenar al Niño de los Cohetes. Me temo que ni el mismísimo Stalin si resucitara, con perdón, podría meter en cintura al crío tirano que mira al mundo como un fuerte del Oeste de los clics. Tal vez si Rajoy fuera capaz de convencer a Puigdemont de que Kim Jong-un es un constitucionalista de pro, habría alguna posibilidad. Corea aún no ha probado a los recalcitrantes del 'procés'. Si la ONU pusiera solo la décima parte del empecinamiento de los 'indepes', el pelo cepillo ya no sería una amenaza para el mundo.
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