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Kitty

EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·

Me repatea el animalismo desacerbado. Pero creo en la frase: los perros son mejores que muchas personas. Bien lo sabe Carlos San Juan, desolado estos días por la marcha de su amiga

Arturo Checa

Valencia

Domingo, 19 de febrero 2023, 00:01

Kitty ya no podía ni andar. Desde hace algún tiempo se movía por las calles del barrio de Monteolivete ayudada por un carrito. Con sus ... patitas traseras paralizadas por la edad. Pero sus pequeños ojos negros te miraban con la misma vida de siempre. Movía su cuerpo menudo con alegría. Sus mechones blancos y marrones vibraban. La pequeña perrita Shi Tzu acababa de cumplir 14 años. Pero ya no volverá a abrir los ojos más. Y Carlos San Juan anda desolado estos días. Roto por haber perdido a la que ha sido su compañera de paseos, de mimos en el sofá. De confidencias de esas que sólo se hacen a tu mascota de toda la vida.

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Carlos San Juan es 'el hombre del bastón que retó a los bancos'. El médico jubilado valenciano que con su campaña 'Soy mayor, no idiota' puso en jaque a las entidades financieras de todo el país. Que se opuso como un David ante el Goliath del cierre de sucursales y la extrema digitalización de casi toda gestión que deja a los mayores a los pies de los caballos. El hombre que con su simple iniciativa recogió cientos de miles de firmas de todo el país y que se las hizo llegar al propio Banco de España. El que logró que la mismísima ministra Calviño lo recibiera a las puertas del Ministerio de Economía.

En realidad, una recepción más ante las decenas de cámaras y fotógrafos que aguardaban a Carlos con sus cajas de firmas. Un gesto de cara a la galería sobre una ley de defensa del cliente financiera que en realidad se ha quedado en eso: humo. Los cajeros siguen escaseando en los barrios, las colas en las oficinas son eternas y los trámites, condenados a entenderse con el móvil o el ordenador.

Pues ese titán que ha hecho temblar a las firmas bancarias es el hombre cuya alma se estremece ahora por la marcha de Kitty. «Se ha llevado muchísimo de mi vida. Representaba tanto para mí...», confesaba estos días. Y sé mucho de lo que habla. No me considero un animalista enfermizo. De hecho, me repatean mucho un sinfín de tonterías que contiene la Ley de Bienestar Animal. Y creo que los cazadores (los buenos cazadores) cumplen una notable labor de equilibrio ecológico. Que se lo digan a la infinidad de municipios de la Comunitat (más de la mitad del territorio) que sufren una plaga de jabalíes y otras especies de fauna por la falta de control administrativo de estas especies.

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Yo cacé un año. A base de prohibir la caza, los que mandan se cargan el monte. Igual que la puñetera manía de no hacer cortafuegos, de no limpiar la maleza de los bosques. El irracional conservadurismo de los verdes. Y ahí están las consecuencias: este verano ha sido uno de los más trágicos en cuanto incendios en territorio valenciano. Odio todos los extremos y del mismo modo no los soporto en el animalismo. Pero estoy seguro de que los perros tienen alma. Sé que Kitty estará ahora mismo correteando en el cielo de los canes.

Creo que no hay frase más cierta que una que se repite muchísimo: los perros son mejores que la mayoría de las personas. Y conozco la sensación que vivirá ahora a Carlos. En mi familia hemos tenido que pasar por el trance de sacrificar a tres perritas: Nela, Maya y Nuca. Y sé bien, como Carlos, lo mucho que acompañan. El cariño que dan sin esperar nada a cambio. Los suspiros que lanzan con una simple sonrisa del amo. Cómo te miran con esos ojos que intentan sacar hasta el último significado de lo que quieres decirles, de lo que te pasa. Su infinita alegría por el simple hecho de verte. Seres generosos de por sí. De esos que mejoran tu vida por el simple hecho de existir. Como Kitty con Carlos.

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