Cientos de jóvenes de Granada y otros lugares están o han estado entrampados en una estructura piramidal que les cobraba matrículas y cuotas mensuales por supuestos cursos de formación financiera en los que iban a aprender a hacerse millonarios por la vía rápida.
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La vía consistía en que cada uno debería captar a otros y orientar inversiones, y así sucesivamente. Lo de siempre, que vuelve y vuelve. Es de manual, debería ser archisabido por todos, pero se cae una y otra vez, las formas se renuevan con la misma esencia. Pero el caso es que educadores y especialistas en estas cuestiones hacen ver que ahora existe un sustrato social que facilita aún más que gente joven caiga en las redes de los desaprensivos que salen a pescar. Ese sustrato es el de la cultura de lo fácil, de que no hace falta estudiar y esforzarse para ser famoso, rico y estupendo, andar con coches carísimos, tener unas vidas solazadas, y no tener que preocuparse ni de ir a recoger el maná que cae libremente del cielo y sólo alimenta de verdad a los elegidos.
Lavado de coco. Los educadores hablan directamente de que esas redes de captación piramidal ejercen unas estrategias muy bien pensadas de lavado de coco. Naturalmente se lo lavan al que se deja lavar y tiene el coco predispuesto a ser lavado. La vacuna se compone de formación, cultura, tarea, vigilancia y serenidad en el entorno familiar y de amistades... Es decir, que la mala semilla puede brotar, pero hace falta un suelo apropiado y algo de humedad para que germine, y lo que se está viendo es que ahora cunde mucho más el terreno abonado para que salgan semillas de este tipo, que deberían quedar abortadas de oficio, a las primeras de cambio.
¿Qué ocurre? Pues que se ha instalado en general una cultura del no esfuerzo, de que el objetivo es verse rico y envidiado a toda costa y normalmente no lo vas a conseguir trabajando en lo más habitual. De manera que si entre los mayores abundan chiringuitos financieros, por qué no creer al que aparezca de pronto y anuncia maravillas. No vale la realización de uno en lo que le gusta y se siente útil, la satisfacción de valer para algo concreto que sirve a otros y cubre necesidades concretas. Predomina lo otro, hay mucho vacío, y el virus se extiende en muchos ámbitos.
En el spot televisivo de una acreditada marca de pizzas, un chaval le dice a su padre que va a dejar los estudios de derecho para dedicarse a la música. Que está muy bien, pero lo dice -y se acepta- como si lo de la música no exigiese estudiar tanto o más y se prefiera por los oropeles. Y encima la hermana pequeña suelta: «Ah, pues yo me hago influencer». Pues en esas estamos.
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