Yo solo me debo a Francia, decía el astuto Talleyrand cuando las cosas se ponían feas y optaba por cambiar de bando. Tras las acusaciones ... de espionaje y corrupción entre Ayuso y Casado, ha llegado el momento de la verdad: el Partido Popular tiene que definirse, pero no a favor de uno u otro, sino sobre su futuro, sobre el partido que quiere ser. Con visión de estado. En la Comunitat, Mazón y Catalá expresaban al inicio del escándalo su apoyo a Casado en las redes sociales. Mazón defendía su integridad. Catalá su liderazgo. Ambos eran blanco fácil en Les Corts para los síndicos Mata y Lima, que parecían, por la virulencia y el tono, este viernes, estar en la oposición -ya se sabe que no hay mejor defensa que un ataque-.
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Pasado el primer momento, de estupefacción y posicionamientos forzados, ha brotado, de las profundidades del océano popular, un mensaje claro: por encima de las lealtades personales se impone la supervivencia de las siglas. El espectáculo ha sido esperpéntico y es evidente que el PP sigue sumido en el proceso de recomposición que se inició con la crisis que provocó la salida de Rajoy. La renovación, tras un período largo de liderazgo, sobre todo con final traumático, puede suponer una larga travesía por el desierto. La guerra fratricida del PSOE, aquella de la que Sánchez salió ganador aupado por las bases, fue larga y sangrienta. Estaba en juego en el PSOE, entonces, algo más que la secretaría general: la frontera de los pactos de gobierno, la famosa línea roja. Con la victoria de Sánchez cayeron todas las líneas, dejando a la nación en manos de los acuerdos del PSOE con los partidos independentistas y Bildu. Antes, la crisis tras la caída de González fue profunda y no fue menor la que padeció el PP hasta la victoria de Aznar.
El tiempo corre. Los barones populares más sensatos han aporreado al unísono sus címbalos hasta ahogar las voces de las gorgonas y los contendientes en esta guerra de sucesión, obligándoles a pactar con celeridad y parar la sangría cuanto antes. Pero un pacto «entre caballeros» (con perdón de Von der Leyen) no es suficiente. Abierta la caja de los truenos, con acusaciones explícitas de espionaje y corrupción, no se puede cerrar la crisis en falso. A unos les preocupa la silla; a otros, el futuro del principal partido de la oposición. Hércules cargó a su amada Deyanira sobre los lomos del centauro Neso para que pudiera cruzar el río Eveno, pero el centauro le traicionó y trató de huir con la joven. Aunque Hércules consiguió frenarle, años después pagó con la muerte su ingenuidad. De los escarmentados nacen los avisados.
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