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Las lecciones que da la calle

EL ESTADO DE LA COMUNITAT VALENCIANA ·

El día que me vacuné me topé con un fulano que se protegía con desinfectante. También con ciudadanos más responsables que Sánchez. Claroscuros de la pandemia

Arturo Checa

Valencia

Domingo, 27 de junio 2021, 07:29

'Anxufat'. Ayer, en el día en el que tuve que mostrar mi brazo y dejarme pinchar con Pfizer, volví a acordarme de aquel ... anciano de Castalla que, en los primeros compases de la vacunación, calado bajo un sombrero, nos dio ya a todos una primera lección de cómo afrontar este instante histórico en la lucha contra la pandemia. Su 'anxufa-li' a la enfermera, a la vista de la aguja, fue todo un mantra, un himno de vamos 'p'alante'. Un grito de Fuenteovejuna, todos a una, en un pulso en el que estamos todos. O casi todos.

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El día de la vacunación estuvo lleno de lecciones. O de guiños del destino. Ocho y media de la mañana. Paro un taxi con el que llegar al vacunódromo de la Ciudad de las Artes. Antes de que se me pase, un diez para la organización de la Conselleria de Sanidad. Cero esperas. Sonrisas del personal. Indicaciones sobre cómo obtener el pasaporte digital y comprobaciones de la existencia de posibles alergias. Chapó. Pero volvamos al taxi. El lugar de destino desata la primera pregunta, obvia, del conductor. «¿A vacunarse?». Le respondo afirmativamente. «¿Cuál te ponen?». Le digo que Pfizer, y que una sola dosis al haber pasado ya el Covid e indicar eso el protocolo. Y entonces lanza la primera cuestión curiosa. «¿Y cómo funciona eso de los anticuerpos?». Le respondo que duran unos meses. O eso dicen los médicos. Que sólo se prescribe un pinchazo ante la creencia de que el cuerpo algo ha conservado de esa protección. O eso dicen los médicos...

Cojo entonces yo el relevo de las preguntas. «¿A ti ya te han vacunado, no?». Y 'boom'. El taxista lo niega. «Ni lo voy a hacer». Reincide en que lo han llamado «un par de veces». Y saca entonces pecho. «Yo tomo clorito de sodio». Lo mismo que se pavoneaba de ingerir el inefable Trump. El que acabó con el Covid. «A mí nadie me dice lo que tengo que hacer y menos si me juego mi salud». Barajo por un instante pedirle que pare y bajarme. No por miedo sino por no querer viajar con un insolidario. Pero acabo optando por la vía no violenta de fingir una llamada telefónica y no avanzar más en la conversación. Cuando me deja en la Ciudad de las Artes, las últimas palabras que le escucho son las dirigidas a otro compañero taxista que le recrimina haberle quitado una cliente y al que dice: «No te pongas chulito».

«Gracias por llevarla». Otra lección ayer de la calle. La abrumadora mayoría de ciudadanos que optaron por seguir llevando la mascarilla en el primer día sin obligatoriedad. Demuestra por un lado que la gente no se fíe ya un carajo de este Gobierno. Del mismo que dijo al principio de la pandemia que no era preceptivo llevarla por la falsa sensación de seguridad que suponía y que luego la impuso cuando apenas había género en el mercado. Pero sobre todo es una muestra de responsabilidad de la ciudadanía ante la controvertida decisión de Sánchez de eliminar la medida justo cuando empiezan a subir los contagios, cuando la movilidad se dispara en verano y fiándolo todo a un ritmo de vacunación que no avanza todo lo rápido que sería deseable. Por algo en Pérez Galdós una anciana le dijo ayer a una joven que lucía mascarilla por la calle: «Gracias por llevarla».

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Moraleja. Regreso de la Ciudad de las Artes en otro taxi. La conversación gira en este caso en torno al cine. El conductor me enseña en un semáforo la foto que acaba de recibir en el móvil. «¡Mire, un Delorean aquí en Valencia!». Casi ni me fijo en el coche idéntico al de 'Regreso al futuro'. Me quedo admirado del nombre de su grupo de Whatsapp. 'Fin de la pandemia'. Porque al final, pese a muchos, lo conseguiremos.

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