Urgente El precio de la luz sube con la nueva tarifa este domingo: las peores horas para encender electrodomésticos

Más de cuatro millones de parados. Casi un millón de trabajadores en ERTE. A estos datos del ministerio de Trabajo hay que sumar los trescientos mil autónomos que, según pronostica la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos(ATA), bajarán la persiana de sus negocios dentro de poco. Estamos hablando de más de cinco millones de españoles que viven en la cuerda floja pendientes de un mercado laboral que está roto. Han pasado de la precariedad económica a la supervivencia del día a día, racionando lo que queda en la nevera para aguantar la semana. El hambre es una de las evidencias del drama colateral que está provocando el coronavirus. Hay muchos ciudadanos que han pasado de salir por las mañanas a buscar trabajo en empresas a ir directamente a asociaciones, parroquias, ONG o particulares para pedir alimentos básicos para los suyos. El número de familias que siguen viéndose obligadas a pedir ayuda para comer es incalculable. Hay personas que incluso están ofreciendo su ropa a cambio de comida en las redes sociales. El implacable destino está abocando a mucha gente a la pobreza extrema. Gente anónima que se halla atrapada por la injusticia del contexto que le ha tocado sufrir y que se topa una y otra vez contra el muro de hormigón burocrático, el silencio administrativo, la indolencia institucional, la deshumanización de una clase política que hace el vacío a los más vulnerables.

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Esta pandemia no sólo está atacando la salud y las vidas. También está rompiendo ilusiones y proyectos. No sorprenden los datos de la última encuesta sobre salud mental del CIS: uno de cada tres españoles reconoce que ha llorado por el coronavirus. Un 35% de la población admite su tristeza públicamente cuando está a punto de cumplirse un año de aquella primera declaración del estado de alarma. El abatimiento y la aflicción son secuelas que no sólo están padeciendo los adultos. En un pueblo de Cuenca, Las Valeras, un centenar de niños va a redactar cómo se han sentido desde que estalló la Covid-19. Esos testimonios se van a guardar en una cápsula del tiempo que se enterrará bajo una fuente y se deberá abrir en 2046. Quién sabe cómo estará el mundo dentro de un cuarto de siglo. En cualquier caso, seguro que la reflexión sirve de ejercicio terapéutico para muchos pequeños. Víctor Küppers, una de las voces más seguidas en el campo de la motivación, lleva desde hace meses alertando de que el «desanimo» es el gran peligro al que se enfrenta la sociedad actual. La angustia se ha apoderado de las esperanzas de la mayoría de los sectores económicos. Parece que navegamos en un barco que se hunde como el 'Costa Concordia', con un capitán Schettino a la fuga. Por si los anunciados rescates se quedan en promesas incumplidas, hay que seguir remando con solidaridad para salir a flote. Y deshacerse del miedo para levantar cabeza.

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