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Libertad de elección de estudios
EL ESTADO DE LA EDUCACIÓN ·
Hay muchos condicionantes a la hora de elegir qué vamos a estudiar, pero la persona es quien decide su futuro. Lo que no está tan claro es que sea el mérito lo único que cuentaSecciones
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EL ESTADO DE LA EDUCACIÓN ·
Hay muchos condicionantes a la hora de elegir qué vamos a estudiar, pero la persona es quien decide su futuro. Lo que no está tan claro es que sea el mérito lo único que cuentaEn espera de las notas de acceso tras concluir la Selectividad, llega el momento de la segunda gran decisión educativa, y la primera, de esta envergadura, de los jóvenes ¿Qué estudiar? En la anterior, la de elección de colegio, la tomaron por ellos sus padres - ... o la Administración- y esta vez ya tendrán voz... aunque también en última instancia la Administración les propondrá posible destino. El procedimiento es el mismo: conocemos las normas y decidimos en función de lo posible.
Nadie rechaza la libertad de elección de estudios, aunque se acepta que esté condicionada. Lo que se lleva peor es mantener sin crítica que todo depende del mérito. Es el artificio de la Selectividad, esa condición estandarizadora que le otorgamos pese a que tenga agujeros por todos lados.
El distrito único y los tres decimales de la nota proporcionan esa sensación de igualdad en el acceso universitario, pero las pruebas son diferentes en cada lugar y aumentan las críticas a la disparidad de dificultades. El autoengaño llega al punto de que la media en castellano se usa para justificar el modelo de inmersión lingüística catalán, ya que dicha media algún es superior en Cataluña que en autonomías castellanohablantes, aunque las lógicas de lo que es una prueba única y una lengua vehicular choquen de bruces con ese análisis. A esto se añade el peso en la media que tiene la nota de Bachillerato, que viene de cada colegio o instituto y, tras la pandemia, esa posibilidad de elegir preguntas, que es el último cañonazo contra la exigencia académica en Bachillerato. Una buena estrategia de planificación evita estudiar todo el currículo.
Además de esta ficción, la libertad de elección de carrera se condiciona por la oferta universitaria. Se mantiene la equivalencia con la elección de colegio, si bien en el caso de los estudios universitarios la atomización de las decisiones genera mayor ineficacia. Por ejemplo, el mapa de titulaciones universitarias que hace años anunció la Conselleria no termina de ultimarse y ha proliferado la oferta de plazas privadas.
Otro rasgo de esta elección es el alto porcentaje de abandonos que provoca. Unos renuncian a lo que quieren y otros a lo que pudieron. Es decir, algunos universitarios se dan cuenta que no les gusta su carrera y otros abandonan porque su elección no era su deseo sino se basaba en lo que les daba la nota de acceso. Sobre todo, hay un gran recorrido por hacer en la orientación profesional, muy mejorable. Por ejemplo, muchas veces los mejores expedientes se ven dirigidos hacia los estudios con notas de corte mayores, lo que depende de la demanda y no de los estudios en sí.
Así que tenemos una prueba que no iguala tanto como se dice, una planificación que se basa en los deseos y emociones y no parte del análisis objetivo de necesidades, y una exigencia de acceso mayor o menor fruto de la voluntad o el bolsillo.
Para el sistema, lo mejor es que la escuela pudiera liberarse del 'teaching to test' que exige la Selectividad y la etapa de Bachillerato retomara su prestigio educativo. Para los jóvenes, que dispusieran de un modelo de orientación mucho más eficaz que se centrara en la persona, sus talentos e intereses.
A pesar de todo lo anterior, de nuevo la libertad juega un papel relevante en la educación, y se deja la decisión a que las personas marquen su camino. Que el sistema ponga los condicionantes no elimina la voluntad individual. Y está muy bien que sea así. No admitiríamos, como se plantea en tantas distopías, que el Estado nos diga qué tenemos que ser ni a qué dedicarnos. Es lo mejor de sacar notas brillantes, que todas las opciones están abiertas.
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