Mi libertad de leer 'Dónde estás, mundo bello' en hebreo
UNA PICA EN FLANDES ·
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Pérez-Reverte cometió la osadía de soltar lo que piensa de la nueva película de James Bond y los modernos inquisidores le cayeron encima con la motosierra de cortar lenguas y pitos. Dijo que ese 007 con la masculinidad rebajada le parece un 'moñas' y de inmediato una librería de Barcelona, que paradójicamente ofrece en su catálogo 'Mi lucha' de Adolf Hitler, decidió dejar de vender los libros del capitán Alatriste por considerar al autor «machista y homófobo». Peor suerte la del célebre músico chino Bright Sheng a quien expulsaron de la Universidad de Míchigan por poner en clase un clásico del cine en el que Laurence Oliver se pintó la cara para caracterizarse de Otelo. Los 'afrodescendientes' de la Escuela de Música se sintieron «discriminados y degradados» al descubrir que la película aún no ha sido destruida y, aunque el profesor pidió perdón, exigieron que fuera «apartado» de la comunidad, sentencia que ejecutó el rectorado sin reparar en que Bright Sheng ya fue atormentado durante la represión cultural ordenada por Mao Tse Tung.
Navegando en ese río de rencor iconoclasta llamado 'cultura de la cancelación', Sally Rooney, la cansina autora de novelas de personajes moñas, ha decidido no traducir al hebreo su última creación, 'Dónde estás, mundo bello', porque Israel tortura al pueblo palestino. Nada ha dicho de la traducción al ruso, al chino o al coreano. Tampoco respecto al árabe, al persa o al pastún. Sólo al maldito hebreo. Es la misma pulsión de odio, imprecación arriba imprecación abajo, que llevó a los nazis a quemar libros escritos en hebreo. La lengua de los judíos no es responsable de lo que haga el gobierno de Israel, demonizar a una cultura por razones políticas es reabrir la puerta de campos de concentración y gulags con ansia de que todavía huelan a carne cocida. No sé quiénes me asustan más: aquellos que destruyen obras porque abominan del autor o esta otra que niega el derecho a leer a los pueblos que considera culpables por el mero hecho de existir.
El otro día, una tuitera llamada El Gen Martínez se declaró 'transedad'; afirma ser una chica de dieciocho atrapada en un cuerpo de cuarenta y siete y, en consecuencia, reclama su derecho a los 400 euros de paga cultural. Inenarrable cómo la acosaron e insultaron por 'burlarse' del colectivo transexual. Si además de la libertad de pensamiento nos dejamos expropiar el sentido del humor no hará falta que Sally Rooney nos empale por judaizantes ya que antes nos habremos transformado en zombis. El mundo camina hacia una dictadura moral y yo me apunto a la resistencia.
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