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Cuando el 29 de mayo, el Gobierno aprobó el decreto del Ingreso Mínimo Vital (IMV) anunció, en palabras de su vicepresidente segundo: «Hoy nace un nuevo derecho social en España». Un nuevo instrumento que Pablo Iglesias calificó como «el mayor avance social desde la aprobación de la ley de dependencia». El 10 de junio se aprobó en el Congreso en una jornada de oasis parlamentario en el contexto de crispación y bronca en el que se ha instalado la política. Salió adelante por mayoría absoluta. Todos los grupos votaron a favor excepto Vox que se abstuvo. Casi se acariciaba el consenso. Sobre el papel había unos objetivos urgentes marcados en rojo por el Ejecutivo. En la teoría, esta iniciativa rescataría a 850.000 familias y se reduciría «un 80% la pobreza extrema y un 60% la pobreza muy alta», según las previsiones del ministro José Luis Escrivá. En la práctica, el mismo ministro reconoció el otro día que no se va a conseguir «ni de lejos» cubrir esas expectativas: «Van 160.000, seguiremos aumentando, pero no vamos a llegar». El titular de Seguridad Social en una entrevista en el Canal 24 horas confirmó que «es verdad que el número de hogares que lo están recibiendo es menor» del esperado. Y esto es así en gran parte por el elevado volumen de peticiones rechazadas. Medio año después de su puesta en marcha, los datos del propio Ejecutivo revelan que de las 2,3 millones de personas que el Gobierno anunció que percibirían el IMV, más de un millón lo ha solicitado y de ellos, sólo 160.000 lo ha recibido. ¿Por qué se da ese desfase de cifras? ¿Se puede prometer una normativa tan garantista sin asegurar previamente los mecanismos administrativos para materializarla? Sólo hay que hablar con las ONG para identificar las barreras burocráticas, desde el enrevesado vocabulario utilizado a la interminable documentación exigida, sobre las que se ha construido el laberinto de su tramitación. Hay quienes directamente se quedan fuera por estos motivos. Sin embargo, no es tan difícil localizarlas. En Valencia bastaba con dar una vuelta por Mestalla. Esas 'colas del hambre' se reproducen en muchas ciudades. Desde la Federación Española de Bancos de Alimentos que agrupa a 54 entidades advierten de que prácticamente se ha duplicado el número de usuarios de este ejercicio respecto al anterior. De un millón a casi dos millones. De hecho, su campaña anual de la 'Gran Recogida', ahora en formato online, se amplía hasta el 13 de diciembre.
Ante la ineficacia de la medida, Escrivá ha avanzado que a partir de enero se evaluará cómo hacerlo más accesible. Mientras tanto, como escribió Eduardo Galeano en su poema, siguen ahí «los hijos de nadie, los dueños de nada». El último informe de la Red Europea Contra la Pobreza revela que hay 12 millones de vidas en riesgo de exclusión en España. «Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: que no son, aunque sean».
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