¿Cuándo llegará el confinamiento?

Limitaciones. Salvemos la Navidad, decían. Protejamos la economía, reclamaban. Querían compaginar la lucha contra la pandemia con la actividad habitual del día a día. Y las cifras de contagios subían y a los hospitales empezaban a llegar cada vez más enfermos de Covid-19. Las alarmas saltaban y comenzó la escalada de restricciones, tibias limitaciones fáciles de esquivar. Pedían prudencia a una población hastiada del virus, a unos ciudadanos cansados del distanciamiento social y las mascarillas, a personas que tienen las manos ásperas de tanto hidrogel y que se desesperan cuando ven las imágenes de las fiestas clandestinas desalojadas por la Policía. El presidente de la Generalitat llegó a prohibir la Nochevieja. Pero nada sirvió. Y pese a ello vuelven con la misma receta. ¿Será suficiente esta vez?

Saturación. La expansión del coronavirus por la Comunitat ya se asemeja demasiado a los peores momentos vividos al inicio de la pandemia. Contagios desbocados, tensión en los hospitales, y sanitarios cada vez más fatigados clamando por refuerzos, por medidas más severas y porque éstas se pongan en marcha con antelación, no cuando la situación es tan grave que apenas tienen efecto. El periodo festivo, con el anticipo del puente de diciembre, ha cumplido los peores presagios. Los profesionales lo advertían: No hay que salvar la Navidad, hay que salvar vidas. Y no les hicieron caso. Creían que limitando el número de personas que podían comer en la misma mesa y poner un toque de queda era suficiente. Y se equivocaron, o al menos eso dicen unas cifras terribles.

Colapso. ¿Y hacia dónde vamos? ¿Cuándo se podrá contener la curva? ¿En qué momento se apreciarán los efectos de la vacuna? Los especialistas advierten de que lo peor está por llegar, al menos faltan otras dos o tres semanas en las que la llegada de contagiados seguirá saturando los hospitales y dejará sin margen de maniobra a las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Y eso es lo que más teme el personal sanitario, que el balance entre ingresos y altas diariamente sea positivo, y que cada vez queden menos camas libres, especialmente de críticos. La pesadilla que desvela cada noche a médicos y enfermeros es alcanzar un punto en el que se vean obligados a elegir a qué paciente atender y calcular qué enfermo tiene más posibilidades de sobrevivir. No llegaremos a eso -el presidente de la Generalitat detalló ayer las miles de camas con las que se puede ampliar la planta hospitalaria de la Comunitat-, pero será difícil que no se repitan estampas con pacientes en los pasillos esperando habitación, como ocurrió en Alzira hace unos días.

¿Solución? El Consell, ante la situación actual, vuelve a endurecer las restricciones con la esperanza de que sirvan para algo pese a que los antecedentes no invitan al optimismo. La primera ola nos dio una lección, nos enseñó que la única medida efectiva para cortar los contagios -y, por extensión, reducir las muertes y el colapso sanitario- fue el mando único del Gobierno central y el confinamiento. Y eso tuvo un precio: Miles de empleos destruidos y una nueva crisis económica. Pero se salvaron vidas. Después, una desescalada acelerada, distinta en cada territorio para contentar a todo el mundo dio alas al virus. El calor del verano y la precaución de los escolares -un ejemplo a seguir- lo mantuvo dormido hasta finales de año. Pero se ha despertado antes de que la vacuna haya empezado a inmunizar. Y de nuevo tendremos que elegir. ¿Optaremos por salvar vidas?