Sin que sirva de precedente podríamos hacer de la necesidad virtud y buscar los puntos positivos de los hábitos de vida a los que nos ... han obligado las restricciones decretadas por la pandemia, ahora que parece que acaban. Aunque nadie nos asegura que no vayan a volver. No estaría mal -antes de recuperar esa mal entendida libertad que nos han vendido- reflexionar sobre qué hemos descubierto en este tiempo en que nos coartaron las posibilidades de relacionarnos y que hubo que cambiar de hábitos y convivir un poquito más con nosotros mismos, algo que es harto complicado.
Publicidad
El toque de queda nos ha impedido, entre otras cosas, disfrutar de la vida social nocturna, lo que ha sido una molestia para un buen número de personas -sobre todo los más jóvenes- pero también una liberación para otras cuantas, no nos engañemos, puesto que ya no debían inventar excusas para no quedar de noche o para no cenar fuera de casa. Porque a veces las convenciones colectivas y el temor a parecer un bicho raro nos obligan a tomar decisiones que no queremos, a aceptar planes que ni siquiera nos apetecen, a dar por sentado que lo correcto es lo que hace la mayoría, no lo que le motive a cada uno, por extraño que resulte. Conviene que nos escuchemos más.
La pandemia, el hecho de que nos hayamos tenido que aislar sí o sí, ha propiciado que nos pongamos a prueba, que nos conozcamos más, que nos seamos sinceros. No siempre por convicción, la mayoría de veces ha sido por obligación. Porque al no poder salir de casa a determinadas horas, al no convivir con gente variada, al no acudir a saraos, tal vez nos hayamos dado cuenta de que en casa no se está tan mal, que no es condición indispensable tener una copa entre las manos para divertirse. Tal vez, solo tal vez.
Los confinamientos han hecho de nuestras casas unas estancias en las que estar voluntariamente, de las que gozar en un momento dado y no simples lugares de paso. Han sido refugios, burbujas, que nos protegían de la adversidad. Nos hemos sentido a salvo en ellas y esa es una sensación que la mayoría no habíamos apreciado hasta ahora. Salvando las comodidades y proporciones de las que dispone cada cual esta reclusión ha permitido que descubriésemos rincones que no conocíamos. Porque ese recoveco ante la ventana siempre estuvo ahí, pero no ha sido hasta que la crisis sanitaria nos ha encerrado que hemos observado sus posibilidades para ver la calle desde él o para sentarnos a leer un rato. Porque de las pequeñas cosas también se puede disfrutar. Eso también nos lo ha enseñado esta anómala situación. Que no todo ha sido negativo, hombre. Que no nos llevábamos tan mal con nosotros mismos como creíamos.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.