¿Unas lluvias sin precedentes?
Cuarto menguante ·
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Cuarto menguante ·
Si no se empieza por diagnosticar bien lo ocurrido y el por qué, difícilmente se pondrán buenos remediosCuando ocurre una catástrofe, una vez atendidas las necesidades inmediatas de los afectados y se organizan las medidas para reponer todos los servicios y sistemas productivos, se impone analizar lo ocurrido y las posibles correcciones que eviten o minimicen la posibilidad de que vuelva a ocurrir. Sin un diagnóstico no hay tratamiento acertado ni conformidad en lo inevitable. Y mucho es de temer que, en lo que se refiere al reciente episodio de lluvias torrenciales e inundaciones, se disipen de nuevo todos los esfuerzos a futuro por los cauces habituales de la dispersión de ideas y confusión de competencias.
Si termina por triunfar el convencimiento de que ha sido una gota fría (o DANA) «sin precedentes» y «la más grave de la historia», como se viene divulgando desde diversas instancias y se acepta sin rechistar, mala marcha. Porque ¿qué vamos a poder hacer los humildes mortales ante la inmensidad de lo sobrevenido, si no hay precedentes? Parece que se han olvidado tantas riadas históricas. A finales del siglo XIX hubo más de mil muertos en la Vega Baja del Segura.
A muchos gobernantes, en distintas instancias de la Administración, les viene muy bien que se haya asentado el dogma inmutable del cambio climático para colocarlo detrás de lo que haga falta. Igual sirve para un roto que un descosido. Si llueve mucho y hay inundaciones por el cambio climático, del que todos somos culpables porque contaminamos mucho, nos portamos mal y no hacemos nada para corregirlo, ¿cómo vamos a poder evitar otros males que son clara consecuencia de este pecado original sin perdón posible? Castigo divino.
A otros gobernantes, más a nivel local, también les viene bien el argumento de las cañas y la falta de limpieza de barrancos. Las imágenes repetidas de ríos y embalses repletos de millones de cañas arrancadas y de excavadoras retirándolas desde los puentes, para evitar tapones y desbordamientos, apuntalan la idea de que poco podemos hacer en el pueblo si los de 'arriba' no actúan en lo suyo. Ni siquiera mantener a rajatabla una ordenación urbana que impida construir casas y fábricas en las zonas bajas del municipio que se pueden inundar, que sabemos que se inundan cuando llueve mucho, y que llueve mucho cada cierto tiempo, porque por aquí es como funciona el asunto.
Las cañas a millonadas pueden taponar cauces y frenar la evacuación del agua repentinamente acumulada, pero a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato. Los municipios apelan a la confederación hidrográfica, que dice que hace lo que puede (que es poco) y que las actuaciones en los tramos urbanos de los cauces corresponden a las administraciones con competencias en urbanismo y ordenación del territorio, es decir, ayuntamientos y comunidad autónoma. Sin embargo, desde el Consell se ha dicho que las confederaciones son responsables ante sequías e inundaciones. Sí que se reconoce desde Medio Ambiente su competencia respecto al problema de las cañas, porque «es una especie invasora», pero matiza, en un rizo incomprensible, que «ser competente no equivale a estar obligado a actuar». Toma ya. Ante tal panorama qué podremos esperar.
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