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Una Lomloe de tapadillo
Y SI HABLAMOS DE EDUCACIÓN ·
La «nueva normalidad» requiere de una construcción conjunta y no debe servir para imponer una leyPABLO ROVIRA | DELEGADO DEL PERIÓDICO MAGISTERIO EN LA COMUNITAT
Martes, 5 de mayo 2020, 07:32
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Y SI HABLAMOS DE EDUCACIÓN ·
La «nueva normalidad» requiere de una construcción conjunta y no debe servir para imponer una leyPABLO ROVIRA | DELEGADO DEL PERIÓDICO MAGISTERIO EN LA COMUNITAT
Martes, 5 de mayo 2020, 07:32
La vuelta a la nueva normalidad» fue una frase del presidente Sánchez este fin de semana, un sinsentido que se comprende al completo. No se vuelve a lo que antes no estaba, ni hay normalidad nueva hasta que no se construya, ni se vuelve a nada anterior, si acaso, mientras no haya vacuna. Sin embargo, esta frase ininteligible se entiende toda, pues recoge el ansia por una cotidianeidad perdida, sean cuales sean los cambios que la pandemia nos depare.
Estas ganas también están en las familias que se enfrentan a las distintas fases y los desiguales ritmos del desconfinamiento. Unas familias a las que se les dice que la educación a distancia no sirve y que no se puede volver a las aulas. El sistema educativo, incluso, se ofende si se le recuerda su rol de guarda y custodia de los niños como principal mecanismo público para la conciliación. Hic sunt dracones, no lo niego. No obstante, la respuesta escolar a las familias no puede ser como el perro del hortelano, que ni online ni en el aula, como si la única alternativa fuera un ERTE al alumnado, una suspensión temporal de su escolarización ahora que la sociedad reclama el do de pecho a los servicios públicos.
El cambio ha sido abrupto, pero también no nos ha pillado del todo preparados si tenemos en cuenta que la necesidad de una competencia digital docente ya aparece en la LOE de 2006. Catorce años en los que estuvimos más pendientes de lo del inglés y lo digital terminaba en el saco del voluntarismo, la innovación y los recursos. Con los recursos se empezó fuerte, con aquellos lujos de la 'belle époque' inmobiliaria en la que incluso se regalaba un portátil a cada escolar. La crisis fulminó aquello. En cuanto a la exigencia de la competencia digital docente, recogida en la Lomce, no terminó de desarrollarse en todas las autonomías.
Ésta es la nueva normalidad educativa a la que se pretende «volver», la excepcionalidad en los currículos, en la evaluación, promoción y titulación, en la escolarización por turnos en la que conviva lo online y el ir a clase. La excepcionalidad de este final de curso y la adaptabilidad que exige el inicio del próximo. En este contexto, toda idea se contempla frente a una realidad mutante.
Mientras, en cambio, el Gobierno sigue con los plazos de su reforma de un sistema educativo que tiene todos sus plazos no urgentes paralizados. Este miércoles concluye el plazo para presentar enmiendas a la Lomloe.
La Lomloe es una reforma descarnada, cruda, en cuanto a que al tradicional debe de falta de consenso suma la escasez de su debate. Una reforma de una reforma, más que una nueva ley, aprobada el último día del gobierno de la moción de censura, y en busca de su trámite ordinario entre tantos hechos extraordinarios. Quien sea supersticioso solo puede ver gatos negros en esta ley. Como no lo somos, solo veo su inoportunidad.
No es el momento de trabajar en una ley cuando las urgencias educativas están en afrontar la pandemia, ni favorece el debate parlamentario y sectorial requerido un estado de alarma que constriñe ambos foros para permitir un diálogo ordinario. Incluso, quizás de esta situación anormal podamos extraer enseñanzas que incorporar a la reforma. La nueva normalidad también requiere de construcción conjunta y no una Lomloe de tapadillo, cuando ni siquiera para protestarla se puede salir a la calle y hay que acudir a remedos como el #stopleycelaá de ayer en Twitter.
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