El primer gesto de Ximo Puig fue la puntualidad. Valor escaso en política. Como también lo es que un líder se exponga no sólo a la reflexión sobre el porvenir sino a preguntas de periodistas y de decenas de representantes de diversos sectores. Otro guiño ... de Puig fue periodístico recordando su pasado al ofrecer un discurso con «diez titulares» para repartir el juego anticipándose a algunos de los asuntos más incómodos que, con diplomática cintura, fue esquivando en el interrogatorio. Poco o nada le sorprendió del tercer grado. Contestó a todo aunque no todo lo que alegó fuera la respuesta a lo que se le preguntaba. Partidario de huir de «absurdas polémicas» sobre el reparto de fondos europeos. Incluso se le intuyó intención de desinflamar tensiones con Madrid (el puerto de València es también el de la capital, indicó) y de desinflar la vía abierta con Catalunya, cuya agenda, dijo, no es «fundamental» para la Comunitat. Fue especialmente escurridizo con la sanidad, sin comprometerse a plazos para la urgente «mejora del modelo». También esquivó el tema de los abusos a menores pidiendo «orillar» el debate partidista. En el capítulo de concreciones, descarta el adelanto electoral.
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Nos invitó a poner «luces largas» que enfoquen el «futuro». Aunque se le olvidó reivindicar que, como president, tiene poder para apretar el interruptor que las encienda.
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