Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

Los viajes nos dan perspectiva. No es que resulte algo obligatorio, pero no viene mal de vez en cuando respirar otros aires y contemplar otros paisajes. Viajar es algo que, según dicen los participantes de los programos esos de buscar parejas, gusta a todo el ... mundo. Hay una gran industria mundial dedicada a que salgamos de casa, nos subamos a un coche o un avión, y nos demos un voltio por los mismos lugares exóticos por los que acaban de pasar millones de humanos que nos precedieron, nos sentaremos en los mismos bancos, dormiremos en las mismas camas, comeremos similares comidas y publicaremos en las redes sociales parecidas forografías. Rostros sonrientes, expresiones de felicidad. Todo guay. Todo chulísimo y muy recomendable. Porque, ojo, dar envidia a los demás es también una buena razón para embarcarse en una aventura. Buscar los luares más exclusivos, remotos y caros del planeta siempre añade un plus de felicidad virtual y de aventuras que contar en los morros de los cuñados. También hay experiencias solitarias y enriquecedoras, recorridos en soledad sin otro fin que la búsqueda de uno mismo. Mejor eso, aunque resulta más complejo. Estamos ya tan acostumbrados al orden y la previsión que cualquier atisbo de sorpresa nos causa terror. Algo tan simple, por ejemplo, como subir a un tren sin conocer su destino. O como llegar a un lugar sin saber nada, sin alojamiento, sin planes. Dejarse llevar por la gente, charlar con ella, preguntar, sentarse a tomar algo sin prisa, no querer hacer nada, no tener nada que hacer. Simplemente estar allí, donde sea, y darnos cuenta de que la mayor distancia que existe entre dos puntos es la que separa nuestros deseos de nuestros miedos. El gran viaje.

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