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Ya no habrá cena para celebrar lo mucho que teníamos por celebrar, esos pequeños acontecimientos que para el resto significaban poco y para nuestras modestas biografías, mucho. Quedó pendiente el encuentro entre tú, Majo, Inma Pardo, y yo, el equipo de «A dos bandas» de Radio Valencia-Cadena SER que todas las tardes, de lunes a jueves, desde hacía más de cinco años, compartíamos un rato ante el micrófono.

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Los demás no lo saben, pero lo mejor de ese breve lapso de tiempo no eran los minutos en directo valorando al acontecimiento informativo de la jornada. Lo mejor eran los segundos previos cuando las tres, antes de que se abrieran los micrófonos, nos poníamos al día sobre nuestras vidas. Nos comunicábamos lo bueno que nos había pasado. Y también lo malo. Festejábamos lo primero, desdramatizábamos lo segundo. Desinhibidas, con desparpajo. Tú, Majo, eras única para dar ánimos. Vital, divertida y sarcástica. Apasionada. Y siempre la misma frase final: «Chicas, hay que quedar cara a cara». Y lo intentamos. Nos conjuramos para vernos a la vuelta de vacaciones. Sin falta.

Teníamos pendiente hablar de tantas cosas. Reírnos de otras tantas. Ponernos al día de tanto.

Desde pequeña asocio a las personas con frases. Tú, Majo, quedas vinculada a esa coletilla que, invariablemente, irrumpía en tus intervenciones radiofónicas para reforzar el argumento esgrimido: «Y, ¿por qué digo esto?». Pues lo digo, lo pienso, y lo escribo, Majo, porque «esto», que te hayas ido, es una putada. Porque sé que te vamos a echar de menos, Inma y yo, cada tarde. Por eso, querida Majo, por eso…

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