Mamarrachos de Valencia
EL ESTADO DE LA COMUNITAT VALENCIANA ·
El infame bosque de pérgolas ante el Mercado Central es un atentado a la imagen del centro. ¿Se imaginan una mole metálica junto a la Alhambra o el Acueducto de Segovia?Secciones
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EL ESTADO DE LA COMUNITAT VALENCIANA ·
El infame bosque de pérgolas ante el Mercado Central es un atentado a la imagen del centro. ¿Se imaginan una mole metálica junto a la Alhambra o el Acueducto de Segovia?Hagamos un ejercicio de simulación. Imaginen que junto al Acueducto de Segovia deciden instalar unas gigantescas barandillas para facilitar que la gente mayor pasee apoyándose en ellas. Enormes y de un deslumbrante aspecto metalizado. Prueben a vislumbrar junto a la Torre del Oro de Sevilla ... una colosal plataforma, que alcance casi la mitad de la altura del visitado monumento, de color amarillo chillón y pensada para hacer las delicias de los turistas con selfies y fotos panorámicas. Piensen en cómo quedarían al lado de la Alhambra de Granada unas farolas gigantescas y de estilo futurista, buscadas para iluminar mejor uno de los escenarios más frecuentados de España, pero capaces de dejar el palacio como una gigantesca tarta de cumpleaños con velas. Pues exactamente eso es lo que ha ocurrido con el bosque de pérgolas que ha impulsado la Conselleria de Vivienda y Vertebración del Territorio, al alimón con la concejalía de «Renovación Urbana» (con el nombre se entienden muchas cosas), en el entorno del Mercado Central y la Iglesia de los Santos Juanes. O lo que es lo mismo: un atentado visual, histórico y contra el buen gusto ideado codo a codo por el Ayuntamiento y la Generalitat.
Un nuevo mamarracho ha nacido en la ciudad de Valencia. Si la cordura, el sentido común y el buen gusto no lo impiden, la capital del Turia se podrá jactar de tener otro pegote. O un parche, como se refirieron ayer en estas mismas páginas arquitectos y paisajistas consultados por LAS PROVINCIAS, a las pérgolas de Brujas. Hermanas gemelas de otros mamarrachos que hay en la urbe, como al engendro de la Torre Miramar, un desastre de cemento que recibe a los visitantes que llegan a la ciudad por el norte. Un destarifo no sólo conceptual y visual, sino también de contenido y utilidad. Gestada como mirador (¿?) de la ciudad, suponen 20 millones enterrados sin uso alguno. La genial idea de Ribó es resucitarlo como rocódromo. Algún día...
O el mamarracho de la 'pantera rosa', por mucho que sea obra del genial Miquel Navarro; un tubarro descomunal (de todo menos una fuente) que se oxida y se deteriora y que recibe a los recién llegados por el sur. Como si fueran los cuatro puntos cardinales del desastre. No muy lejos, la conocida como 'rotonda de los anzuelos', otra mole que daña la vista. Pero bueno, el afán 'rotondil' y artístico en sus inmediaciones es sin duda digno hasta de una tesis doctoral.
'Es que el proyecto ha pasado por todas las comisiones, tiene el visto bueno de Patrimonio, de Cultura y todos los permisos en regla'. Es el argumento que desde la Junta de Gobierno se dio este viernes cuando se preguntó por la idoneidad de las pérgolas junto al Mercado Central, los Santos Juanes y hasta la mismísima Lonja. Faltaría más. Es que de no ser así estaríamos hablando de una ilegalidad y hasta de prevaricación. Nadie cuestiona que se hayan seguido los cauces reglamentarios en el proyecto urbanístico. Se trata de mantener el equilibrio en un punto considerado de los más bellos del centro histórico.
Me acuerdo ahora de la tremenda batalla estética y legal que se emprendió (con este diario como adalid) con la polémica reforma del Teatro de Sagunto. El Supremo acabó dictaminando, tras dos décadas en los tribunales, que el engendro de gradas y restauración de Grassi y Portaceli sobre el escenario romano atentaba contra el arte y su esencia. Se ordenó devolverlo a su punto original, algo que fue ya imposible sin dañar el teatro. El daño era irreparable. Ojalá no pase lo mismo con la plaza de Brujas.
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