Eso es lo que llevo escribiendo esta columna sin faltar ninguna semana. Por el camino he publicado en torno a quinientas, el equivalente a un libro de muchísimas páginas. Leídas, una detrás de otra, representan el rastro que deja mi vida al pasar, y la de Valencia y la de España. Porque aquí no hablo de política más que de vez en cuando, sólo si me descuido. Esta 'Pica en Flandes', con la que cada siete días intento provocar sonrisas o arrancar sentimientos, nació precisamente con la intención de opinar de todo menos de lo que nos separa. Sí, esto va de lo que pasa en realidad y no de lo que no, o sea, no de política. Y así, mi peripecia personal, la de Valencia y la de España, se ven reflejadas en este rincón de LAS PROVINCIAS, columna tras columna, charrada tras charrada, con retrogusto a café con pitillo en el bar de la facultad. Aquí me libero como quien le cuenta a su gato.
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Reconozco que me supone un gran esfuerzo no faltar a la cita y presentarme cada semana con algún alpiste literario que ofrecer a los pajaritos. Mi vida profesional resulta agitada. Me veo obligado a escribir en aviones, en habitaciones de hotel, en reuniones en inglés, hasta en algún concurso hípico, pero siempre llego a tiempo. Que recuerde he enviado columnas desde China, Venezuela, Etiopía, la frontera bielorrusa..., y pronto desde Ucrania. Procuro no repetir los temas, lo que empieza a ser difícil. Si cuento cómo lo hago, debo confesar que, recién puesto el punto final, dejo el texto dormir una noche porque al día siguiente lo miraré con otros ojos, más frescos, más enemigos de los adjetivos, y que antes de remitírselo a mi jefe de Opinión, Pablo Salazar, me lo envío al móvil para leerlo otra vez como si ya fuera en el periódico. A veces, sólo a veces, normalmente cuando me agobia el plazo para entregar una novela, me sobreviene la tentación de dejarlo, la disciplina que conlleva escribir aquí todas las semanas quita tiempo, eso es así, sin embargo, sigo. Sigo porque un escritor sin lectores es un mago sin comuniones y porque los valencianos nunca sacamos del todo el tenedor de la paella.
Diez años ya desde aquella cena en que Majo Grimaldo me dijo: «Bandido, has de escribir en el periódico». Y cómo ha pasado el tiempo... Mal podíamos imaginar entonces que se iría y que me iba a quedar solo, clavado en el sitio en que ella me puso. Los sueños son así, de vapor y se evaporan, se cumplan o no. Escribir es fumarse esos sueños, cazar mariposas, y aquí seguiré cazando sueños con permiso de Jesús Trelis, el director. Esta columna es mi diván, mi cordón umbilical, mi patria.
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