Urgente La Primitiva de este lunes deja tres premios de 35.758,38 euros

Una joven en Alcorcón mata a una chica de 17 años a puñaladas. Era la novia de su ex y la había estado amenazando verbalmente y vía Whatsapp. Lo que debería ser un suceso excepcional se ha convertido en algo cada vez más usual. Nos escandaliza pero menos. La violencia gratuita ya no se asocia a personas conflictivas o enclaves peligrosos. Ahora es común en los colegios e institutos. Como la privacidad está pasada de moda, el chantaje a través de los móviles con fotos y vídeos genera situaciones de crueldad extrema. Es una ola que se propaga vertiginosamente. Se ha llegado a un punto donde los remordimientos se han extinguido, donde hacer el mal por hacer el mal ni crea pesar. La trascendencia de acabar con la vida de una persona se minimiza. Ni culpa ni perdón. Recriminamos a la televisión, acusamos a los videojuegos, señalamos a Youtube. Pero todo se reduce a la escala de valores de que cada uno y la escala de valores que tiene esta sociedad. Vamos en el coche con nuestros hijos y no nos afrenta maldecir al del vehículo de al lado e incluso amenazarle, nos apostamos en una grada de un campo de fútbol para ver a imberbes pegar patadas al balón y no nos da vergüenza insultar al árbitro, a los jugadores rivales e incluso agredir a un padre rival. ¿Y luego nos preguntamos por qué ese joven ha cometido ese atroz delito? Méritos como el respeto, la tolerancia, la amistad o la solidaridad se difuminan en una sociedad inmadura. Necesitamos más pronto que tarde estrategias para reconocer y entender nuestras emociones, para controlarlas antes de que ellas nos dominen a nosotros. Pero cuando lees que el 71% de los adolescentes españoles cree que los jóvenes utilizan la violencia porque está normalizada en su entorno entiendes que esto se nos va de las manos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad