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En el capítulo 26 de la sexta temporada de la serie 'Star trek, la nueva generación' se produjo un hecho histórico. Alrededor de una mesa dispuesta para jugar a las cartas se sentaron el androide Data del Enterprise, Albert Einstein, el auténtico Stephen Hawking e Isaac Newton. Este encuentro es uno de los cameos más celebrados del físico británico y uno de los que más gracia le hizo, entre otras cosas porque ratificaba su condición de genio científico en el imaginario colectivo.
Postrado en una silla de ruedas e incapacitado para comunicarse sin mediación de un ordenador por la esclerosis lateral amiotrófica que padecía, Hawking aprendió de Einstein la importancia de la popularidad más allá de los foros universitarios y le supo sacar un buen partido para financiar sus investigaciones y su propia vida. Sin embargo, el tiempo dirá si su inmortalidad mundana es capaz de perpetuarse a la escala de la del físico del pelo alborotado y la lengua fuera, icono pop que sólo puede competir con el busto de Marilyn Monroe.
Sin embargo, el triunfador del grupo es, sin lugar a dudas, Newton, con su peluca rizada y su manzana en la mano. A pesar de vivir encerrado en su casa durante décadas, dedicado al estudio, es uno de los pocos investigadores a los que la cultura general identifica y sabe atribuir un descubrimiento, la Ley de la Gravitación Universal, aunque no sea el único. De hecho, sus contribuciones son múltiples e incluyen, entre otras, sus tres leyes del movimiento.
Se trata de la de la inercia, la dinámica y el principio de acción y reacción. La última se puede explicar cuando una persona que rema en un bote empuja el agua con el remo en un sentido y el agua responde empujando el bote en sentido opuesto. La segunda pone negro sobre blanco por qué un pelota sale disparada a la velocidad que le imprime la pierna del futbolista que la chuta, pero la primera ley es la más delicada.
Esta dice que un cuerpo no puede cambiar por sí solo su estado inicial, ya sea en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme, a menos que se aplique una fuerza o una serie de fuerzas cuya resultante no sea nula. El ejemplo clásico son las copas que se mantienen en la mesa tras tirar con decisión del mantel. Si el truco se hace bien, no se aprecia más que un ligero tintineo y la desaparición de la tela, pero si se hace mal, el estruendo de cristales rotos arruina la comida navideña antes de que se arruine en circunstancias normales: cuando empiezan las conversaciones.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias prometen hacer el truco en el Palacio de La Moncloa y, por ahora, las bolsas y el empresariado temen que la cosa no acabe bien. Cada uno ha cogido un extremo del mantel, reúnen fuerzas y se disponen a tirar a la de una, a la de dos, y a la de...
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