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Su marido podría no ser un Homo sapiens y usted lo sabe

UNA PICA EN FLANDES ·

Domingo, 1 de mayo 2022, 00:20

Vivimos con la sensación de ser el ojito derecho de Dios. Disponemos del planeta como si nos perteneciera. Ocupamos parcelas, construimos en ellas, las llenamos de basura y nos enfrentamos en guerras de conquista convencidos de que realmente es de nuestra propiedad aquel pedazo de terreno al que llamamos «nuestro». Pero ¿qué ocurriría si apareciese un primo y reclamase compartir la herencia? En serio, si nos encontrásemos con otro animal del género Homo, cercano a la especie sapiens y que formase parte de la familia ¿podríamos seguir atribuyéndonos el derecho a decidir por todas las criaturas de la Tierra? Hemos crecido con la comodidad moral de ser los únicos Homo que hay, eso nos permite suponer que además fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero... ¿y si hubiera otros? ¿También serían como Dios?

El antropólogo Gregory Forth ha publicado un inquietante libro en el que sugiere que unos hobbits, pequeños, velludos, cabezones y con los pies grandes, sobrevivieron a la implacable ley de la evolución y que siguen existiendo en las selvas de Indonesia. Son hombres y mujeres, pero hasta la fecha los habríamos confundido con monos. Serían ejemplares de Homo floresiensis, un homínido prehistórico del que se encontraron restos en la isla de las Flores y que podría no haberse extinguido. A este respecto, recoge Forth bastantes testimonios de avistamientos y contactos. Hablamos de un Yeti chiquitín, aunque con fundamento científico, de un Parque Jurásico de trogloditas. Aunque si lo pienso, los españoles de la posguerra también éramos pequeños, velludos, cabezones y con los pies grandes, es más, con los pies apestosos, y nadie nos consideró de otra especie, al menos a la cara.

Yo no necesitaba semejante estudio para concluir que los prehistóricos conviven con nosotros. A diario los escucho gruñendo en el bar, veo sus decoraciones rupestres que ahora se llaman pintadas y percibo la fiereza de los colmillos afilados con que marcan sus opiniones políticas. Que coexistimos con neandertales..., pues claro, menuda novedad. Y muchas veces incluso les votamos para que representen nuestro enfado en lugar de nuestra inteligencia. Qué chasco se van a llevar los intransigentes, los maleducados y los odiadores cuando descubran que lo suyo no es extremismo ideológico, sino prehistoricismo superviviente. A lo mejor va y resulta que sí, que esos grupos ruidosos de despedida de soltera o de soltero, disfrazados con pelucas y juguetes sexuales, con que nos cruzamos cada fin de semana..., pues eso, que son tan manada de cromañones como sospechábamos.

Coexistimos con neandertales y muchas veces les votamos para que representen nuestro enfado

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