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Marzà intenta jubilar a Mónica Oltra
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La buena noticia es que Vicent Marzà y sus afines (Ferri, Micó y demás niños de teta) se proponen fulminar a todos sus adversarios internos y hacerse con el control definitivo del nacionalismo colectivista en la Comunitat; ya sólo respetan a Ribó sabiendo que a Joan no le quedan ganas ni para bajarse de la bici en las aceras de Barón de Cárcer. Es una buena noticia porque con los niños de teta mandando serán más evidentes sus esquinadas intenciones. Marzà ahora se cree Popeye en vez de percatarse de que es lo que es porque fue adoptado por Mónica Oltra como su Cocoliso velludo. Oltra aceptó hace unos años este bebé por correspondencia que le mandó el Bloc y ahora Cocoliso en realidad se ve como Popeye y se propone acabar con el poder de Oltra en Compromís con la ayuda del resto de la guardería. Ha dicho Cocoliso, convertido en Popeye gracias a las espinacas del procés, que se pensará liderar el Bloc si sus compañeros se lo piden, «estaré donde haga falta». Es la primera comunicación pública pensando en la sucesión de Mónica Oltra. Esta sería una historia muy triste, sino fuera tan hilarante. Marzà ha llegado a conseller gracias a la fuerza electoral de Oltra y cabe prever que sin Oltra volverán a las cavernas extraparlamentarias. Pero a los niños de teta esto ni se les pasa por la cabeza, porque llevan comidos demasiados potitos de espinacas alucinógenas.
La lideresa de Compromís se pasó años defendiendo a Marzà ante los sectores moderados de la opinión pública («dadle una oportunidad, conocedle mejor»), mientras el conseller de Educación trabajaba en las covachuelas para desprestigiarla. Se hizo amigo intimísimo del President Puig, al que le hacía tilín su nacionalismo fetén y de paso levantaban los celos de la lideresa. Todo fue muy gracioso para Ximo Puig hasta que su conseller le dejó hace unas semanas a los pies de los caballos, reclamando a los socios de Francis Puig doscientos mil euros de subvención cobrados indebidamente y enviando el expediente al juzgado. Otra relación rota. ¿Qué esperaba Puig y por qué ignoró las señales? ¿Pensaba que era broma cuando Marzà fue a verle antes de formar el segundo gobierno botánico y le dijo de parte de su sector que los consellers de Compromís esta vez debían nombrarlos ellos? ¿Y cuando se dio cuenta de que si se plegaba a Marzà ponía en peligro su propia investidura al romperse el grupo parlamentario nacionalista? Cocoliso y los otros intentaron defenestrar a Enric Morera y no lo consiguieron, pretendieron jubilar a Rafa Climent y fracasaron, se empecinaron en arrinconar a Oltra y tampoco les salió. Pero fue suficiente. Los veteranos empezaron a movilizarse, a tomarse en serio la rebelión de los infantes. Hasta se llegó a especular, con poco fundamento, en que lo mejor sería disolver los partidos fundacionales y nuclear el poder real en torno a Compromís, donde se diluiría el peso de los jóvenes del Bloc, que se benefician de unas primarias en las que votan los allegados y cuatro gatos. Han pasado los meses, nadie ha hecho nada y ahora son los jóvenes quienes reaccionan en sentido opuesto; quieren ocupar todo el Bloc y luego controlar Compromís sin disidencias. Y echar a Oltra.
Van en serio. Lo cual es bueno sin duda para la mayoría social. La mejor manera de exponer y desmontar las miserias del nacionalismo es que esté en las manos más nacionalistas. Unas manos torpes. Después del éxito de 2015 los jóvenes del Bloc asentaron su poder, empezaron a condicionar las decisiones y principiaron los fracasos electorales. No suben, tampoco se estancan: bajan, bajan mucho (se han salvado por la isla de Valencia ciudad). El pacto con Errejón ha sido otro error propio de gente sin olfato ni oficio; Pablo Iglesias se lo hará pagar caro. Oltra ha perdido sus puentes con Madrid. Errores de juicio de gente que está fuera de la realidad, funcionarios, subempleados y/o profesionales de la política. De ahí que hayan sufrido en los últimos tiempos dos pérdidas de calado importante. De un lado, el voto obrero, que cuando se desengancha del PSOE ya no va a Compromís o a Podemos; se han dado cuenta que estos partidos no los representan, que se dirigen a un nicho urbanita y pijoecologista muy alejado de sus intereses. De otra parte, el apoyo frívolo de ciertas élites empresariales que no se cansan de tontear con el nacionalismo, debido al histórico complejo de inferioridad respecto a Madrid y Barcelona.
El ascenso de Marzà a la primera línea sitúa a la Comunitat Valenciana en la senda del procés. Habrá quien este juicio le parezca exagerado. Repasemos. El conseller de Educación borró sus tuits horas antes de su nombramiento para evitar ser descubierto. No obstante, al poco apareció una entrevista radiofónica en la que había dicho: «hay naciones oprimidas del Estado español... los països catalans son una realidad política que tienen que ir a más... ni el Constitucional ni las leyes de España pararán el proceso, se tiene que hacer tanto si es legal como si es ilegal... sin Valencia no hay independencia y sin desobediencia no hay independencia, se habrá de hacer tanto si quieren como si no quieren... contentos de que el Principado pueda dar este paso que ya llegaremos nosotros...» Justo aquí arranca la responsabilidad directa de Ximo Puig. El PSPV es cómplice y coautor de lo que vino después. También conviene recordarlo. Casi cuarenta condenas judiciales por atentar contra los derechos educativos, incluido un modelo general de enseñanza tumbado por los tribunales. Dio igual, pusieron en marcha otro más o menos similar, que por medio de la coerción administrativa ha llevado a que sea dificilísimo estudiar en castellano en la Comunitat, dificilísimo. Pero es clamar en el desierto, los intereses para que se minimice esta realidad son fortísimos, como pasaba en Cataluña hace tres décadas. Hoy el sistema educativo muestra dos caras. Una es la red pública, corporativista y pujolizada, en expansión, donde ya no cabe estudiar en castellano y que sigue el referente catalán; está fabricando víctimas. La otra es la red concertada, abierta a las familias y a la tradición cultural hispánica, y como no se somete se la acosa. El momento es complejísimo y los nacionalistas cuentan con las manos libres; unos no quieren denunciarlo porque participan del ideario, otros por cobardía para no dar a entender que son lo que son, otros por interés pecuniario. Como en la época pujolista, se puede ganar mucho dinero mirando para otro lado o haciendo las palmas. Porque hay muchos millones en juego, fuera de los que van destinados a las escuelas. Hay tantos que un juzgado de Barcelona investiga si Marzà ha destinado medio millón de euros para financiar el procés a través de ciertos medios de comunicación. Hay tantos que Torra le acaba de entregar otros tres millones de euros a ciertas entidades valencianas para que prosigan con su encomiable catalanización. Pero no es política, no, dicen, sólo están construyendo escuela pública, ciudadanos responsables. Con la complicidad de Puig. Con el silencio de los mansos y de los mercaderes.
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