A ver si, al final, vamos a echar de menos las mascarillas ahora que parece que prácticamente van a desaparecer, si es que conseguimos quitarnos los miedos de encima y la incidencia no nos vuelve a llamar al orden. No seré yo quien padezca el ... síndrome de la cara vacía del que ahora nos advierten, como si fuésemos a encontrar bajo el cubrebocas algo que no esperábamos, o como si en estos dos años nos hubiésemos sometido a una reconstrucción facial y ahora observásemos el resultado. En mi caso, después de cuarenta y muchos años, estoy más que acostumbrado a mi rostro. Qué remedio.
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Pero reconozcamos que, más allá de la incomodidad que suponía llevarlas, el uso de mascarillas ofrecía algunas ventajas. Ahora hemos de recuperar la costumbre de disimular, que tal vez se nos había olvidado durante la pandemia, preocupados por empresas mayores.
Y reprimir los bostezos, sin ir más lejos. La mascarilla venía muy bien para abrir la boca sin cautela cuando el sueño apretaba o para esos momentos en que el aburrimiento se apodera de uno. Solo era cuestión de modular la mirada para que el que estuviese enfrente no adivinase lo que en realidad te ocurría. En esos momentos la mascarilla ha actuado como aliada.
También venía muy bien -ahora que nos estamos sincerando- para no exteriorizar los enfados, para esconder lo que no nos sentaba bien, para esos instantes en que lo mejor es morderse la lengua para no decir lo que piensas. Actuaba como un buen paraban. Al César lo que es del César.
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Cuántas malas interpretaciones por un gesto habrá evitado el hecho de tener las caras tapadas. Cuántos desaires o frases a destiempo se habrán abortado gracias a las bocas clausuradas. Cuántos disgustos por hablar de más nos hemos ahorrado en estos dos años.
La mascarilla, recordémoslo cuando pase un tiempo, nos ha incordiado mucho pero nos ha protegido en reuniones de trabajo, citas incómodas o comidas familiares de esas a las que se acude por obligación. Que alguna hay.
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¿Quién no ha aprovechado las circunstancias para musitar algunos comentarios sin que llegasen a su receptor? Palabras no han ido más allá de las gomas de las mascarillas, que apenas han llegado a los filtros y no ha escuchado nadie más.
Cada uno se conforma con lo que quiere. Algunos han aprovechado las mascarillas para hacer negocio, para cobrar comisiones de la vergüenza. Otros hemos sido más modestos - honestos- y únicamente nos hemos beneficiado a la hora de esquivar situaciones incómodas.
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Toca volver a arreglarse la barba, a ensayar semblantes neutros, a lucir las mejores galas. Toca volver a dar la cara y encontrarnos con las de los demás, con las que echábamos de menos y con las que no tanto.
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