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Mata y el daño reputacional

ROSEBUD ·

Cuando hay dos tipos de justicia: la que me sonríe... y la injusta

Antonio Badillo

Valencia

Martes, 14 de junio 2022, 23:32

Pues claro que sí, nunca hay que descartar un giro radical en la vida. Ahí está Paolo Rossi, de repudiado a mito por seis oportunos goles. O el Lute, a quien poco le faltó para acabar presentando las campanadas de fin de año. Y qué ... me dicen de Francesco Schettino, aquel negligente capitán de crucero capaz de poner pies en polvorosa tras condenar al naufragio a más de cuatro mil desgraciados y hoy erigido en un hombre nuevo en el trullo, donde estudia, escribe, medita y practica deporte. Si todos ellos, con su reprochable pasado, pudieron atravesar la puerta giratoria, sería injusto impedírselo a Manuel Mata, del que no se conoce mácula penal. Dentro de una vida hay muchas otras y a nadie por su condición de político debe negarse el derecho a desprecintarlas. El problema vuelve a residir en el cómo, pues las puertas giratorias se pasan en cueros y de una sola vez, en lugar de convertirlas en el torno de un gimnasio, ahora entro y ahora salgo, sin que nadie revise lo que esconde la mochila. A medida que Azud gotea y los lixiviados quiebran la línea recta entre corrupción y PP hasta empapar también -agua para todos- al PSPV, más antihigiénico es saber que durante casi un año el portavoz socialista en Les Corts tuvo acceso privilegiado a las confesiones del empresario corruptor de su partido y conoció en rigurosa primicia el contenido del sumario. Pero incluso sin aterrizar en esa letra pequeña, lo que no creo que hicieran Rossi, el Lute o Schettino en su metamorfosis vital, y apostaría a que ni tan siquiera el vivalavirgen del exobispo de Solsona, es olvidar de dónde vienen. Que Mata, de pato cojo a pavo real, acuse al fiscal de transformar la política en «algo sospechoso, reprobable, mezquino y vinculado persistentemente a la corrupción» es chapotear en la comedia. Él, que llamó organización criminal al PP de ayer y hoy, todo pepero al hoyo sin distinción. Él, que acusó a la nueva dirección popular de admirar su «pasado siniestro de corrupción» cuando desde hacía meses, por sus citas clandestinas en Picassent, sabía que en todas partes cuecen habas. No, él no puede pedir respeto gremial porque ningún fiscal dañará tanto a la política como los propios políticos, que la degradan a vivero de descreídos, cuando no de extremistas de toda condición; un vodevil donde caben afrentas éticas como la suya. Le pasa a Mata lo mismo que a Oltra, también ella aferrada a una puerta giratoria, aunque esta más verbal que otra cosa -donde dije digo, digo Diego-y atrancadísima la condenada. Ambos diferencian con paladar de sumiller entre dos justicias, la que les sonríe y la injusta, siendo la primera ejemplo de pureza y delatando la segunda -¿cómo diría la 'vice'?- un «problema de defensa democrática». Mal perder.

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