Mata (Hari) y el dedo de Ribó
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La ley es soberana, pero la ética vela por su espírituAquella regia mañana de octubre de 2017, cuando la tenían ante sí, la corte botánica y el teatrillo del Rialto debieron preguntárselo. ¿Qué es la ética? Habituada a lidiar con la cuestión, mientras recogía su Alta Distinción de la Generalitat Adela Cortina les habría hablado gustosa de la predisposición a actuar con justicia, fortaleza o prudencia; del alimento que suponen para una crisis las conductas inmorales de los políticos; de la necesaria búsqueda de las 'aretai', como eran conocidas las excelencias en la cultura griega. Si toda democracia bien engrasada orbita en torno a la ley, la ética juega el papel fundamental de velar por su espíritu, para que nadie sucumba ante la tentación de agazaparse en los puntos ciegos que inevitablemente escapan al trazo grueso. Yendo a casos concretos, superaría el filtro legal pero jamás el de la ética el dedo de Ribó, enérgico como el de Colón -igual de ahí emana su ensañamiento con la calle del almirante-. Los contratos menores se crearon de manera excepcional para agilizar ciertas intervenciones de urgencia, liberándolas del engorroso trámite de la licitación pública. Convertirlos en norma es sencillamente hacer trampas; legales, inmorales. Violentaría también cualquier postulado ético la dualidad de Mata, de repente Mata Hari, un ojo aquí y un oído allá, abogado del corruptor y bastión del corrompido, con acceso a información confidencial durante nueve largos meses, refugiado en la trinchera del secreto profesional y obligándonos a creer en su trasfondo ético, en evidente horas bajas. Había que estar muy ebrio de poder para no apreciar el conflicto de intereses. Su renuncia como diputado, tardía, cuando el sumario es público y nada queda ya por desvelar, no lo ennoblece; sólo confirma la magnitud del error, además de caricaturizar la defensa que horas antes le dedicaba Oltra. Desorientados cual brújula a la que roban sus puntos cardinales, nos reconfortaría al menos pensar que estamos ante dos casos aislados, pero lo desmiente el fango que trepa ya por las rodillas. Cabe preguntarse qué precepto ético avala defender en el Congreso la investigación de los abusos sexuales en la Iglesia -sabia decisión- y al mismo tiempo vetar el esclarecimiento de los cometidos en centros de menores tutelados -sectaria contradicción-. Qué pauta moral ampara el rechazo a fiscalizar las copiosas ayudas al hermano del presidente si en verdad es un lumbreras y ha hecho más por el valenciano que Ausiàs March y Pep Gimeno 'Botifarra' juntos. Todo ello resulta tan difícil de justificar como la negativa de Bellver a dimitir una vez aflorada su relojería. La ley es soberana; la ética, sagrada (su versión extendida). Si no creen en los premiados, la próxima vez ahórrense el galardón.
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