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Ser adolescente es muy complicado. Cada tiempo genera un entorno de circunstancias y las actuales multiplican el riesgo para las personas en esa etapa de ... la vida. Es cuando la vulnerabilidad de la personalidad es mayor, porque es también el momento en que te empiezas a convertir en quien serás. En definitiva, material sensible, frágil por delicado, no por débil. Pasa en ese tiempo que el drama acecha, porque no te quieren, porque no te quieres, por esto o por aquello. Es un momento en el que todo detalle es importante. Cuando transitas, además, rodeado de redes sociales, potenciales contagiadoras de angustias, distorsionadoras de un supuesto mundo feliz lleno de cuerpos finos, supuesta riqueza y fiestas fenomenales, pues la verdad es que uno se felicita de no tener que pasar por la adolescencia en estos tiempos en los que, además, chúpate esa, hemos vivido una pandemia, que se dice pronto. Así, pues, todos los procesos de socialización se han puesto patas arriba.

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Material tan sensible vive rodeado de procesos insensibles. Porque la burocracia que rodea la petición a la Conselleria de Educación de recursos por parte de los centros educativos es cualquier cosa menos sensible. Porque la escasez de dotación financiera y una gestión muy lejos de la eficiencia, la saturación de los medios sanitarios y la inexistencia de una asistencia psicológica asequible es cualquier cosa menos sensible. Si a eso le sumamos que estamos, hoy, a 89 días de elecciones, es más probable que encontremos sensibilidad entre las piedras que entre los gestores políticos. Nadie tiene la culpa de nada. «No es hora de buscar responsables sino de buscar soluciones», aseguró el jueves la consellera de Educación, Raquel Tamarit, ante la oleada de casos de escolares con serios problemas vinculados a su salud mental. Cuánto daño han hecho los manuales de coaching y el retruécano a la hora de apechugar.

En los colegios y en los institutos, los profesores piden ayuda. El primer escollo que se encuentran son los inspectores, que les piden aguante y tal. Luego, la consellería, que también les exige tragar y tal. No es hasta que este tipo de movidas aparecen en negro sobre blanco, las televisiones pululan a las puertas de los colegios, que entonces, amigas y amigos, nos damos cuenta que «algo ha fallado». Pero no, no busquen «responsables». Eso nunca. Sin embargo, si nadie se responsabiliza de nada, si no identificamos el problema, difícilmente se podrán buscar soluciones. Estamos en modo electoral, lo que sitúa a los partidos y sus altos cargos en modo blindaje, insensibles, alérgicos a la asunción de los errores.

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