Que no es cosa de mayores, so bobos
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Desde nuestras páginas, donde Marina Costa lo entrevistó la semana pasada, Carlos San Juan, un jubilado que vive en Valencia, ha saltado al estrellato nacional ... gracias a su campaña contra la falta de humanidad de la banca telemática. «Somos viejos, no idiotas», dice el lema de una cruzada que está reuniendo miles de firmas.
En su salto a la fama, a Carlos San Juan se le entrevista en todas partes; y se le presenta de dos formas. De un lado, es el atractivo héroe popular de una batalla en la que los débiles se enfrentan a gigantes de las finanzas. Después de David, Ulises, Robin Hood y Pulgarcito, don Carlos se une a una cadena de luchadores que pugnan en solitario contra un contrincante malvado... que tiene ganada la batalla de antemano. Pero de otro lado, aún sin darse cuenta, los medios caen en la trampa de la ternura: pobrecitos, da pena verlos, sin saber manejar el teléfono se estrellan ante algo tan fácil como un cajero; habría que hacer algo. Así, proliferan los cursetes en favor de abuelos analógicos y obtusos. Nacen oenegés, incluso. Es la misma mirada de los colonizadores ante los aborígenes: mírales, pobrecicos, van desnudos y no saben hacer la O con un canuto.
Pero me da en la nariz que no es, que no debería ser ni lo uno ni lo otro. Nada de eso contiene la solución, que por otra parte no existe. Porque estamos ante un desgraciadísimo proceso de transformación de las costumbres que no afecta a los viejos analógicos, sino a toda la sociedad. Y que además de la banca, anida en la medicina y en la administración, en definitiva en todos los procesos en los que el consumidor es despreciado por el que le presta un servicio. Las tecnologías han propiciado la reducción de miles de empleos dedicados antes a atender a un público que ahora resulta molesto. Pero hablamos de todo el público, no solo de esos abuelos que no saben poner bien un papel para que lo lea el laser de un cajero.
Sin embargo, el periodismo, que apela a la heroicidad y a la ternura, no se decide a ir al meollo de la cuestión ni al fondo del mensaje del jubilado, que lo que está diciendo es «Despertad, so bobos, que esto no es un problema solo de los mayores». No, no estamos solo ante un asunto de escalón generacional. El problema, ya digo que sin solución, es el de la deshumanización que se desprende de las ventajas que las tecnologías dan a las grandes empresas y corporaciones, que las aplican sin aprensión alguna. Caixabank, por poner solo un ejemplo, va a cerrar una docena más de oficinas de la ciudad mientras hay cajeros ambulantes que van a redimir cartillas, de pueblo en pueblo, como en las viejas misiones franciscanas.
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