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Albert es un citricultor y viverista de Alcanar, y por tanto tiene una trayectoria vital y profesional repartida. Se siente catalán, por supuesto; muy catalán; y también tiene mucha simpatía hacia tierras valencianas, porque del sur le llegan principalmente los clientes que le compran los plantones de naranjos, también de Murcia y Andalucía, como de tierras tarraconenses, pero Albert tiene muy claro que vive sobre todo de clientes del sur; así mismo de compradores de naranjas que 'suben' de La Plana de Castellón.
Así que Albert tiene el corazón algo partido y le preocupa lo que pueda pasar. Es comentario común entre compañeros. Les inquieta tanto la posible llegada de la bacteria Xylella, que está provocando la paralización de viveros, como las consecuencias de una fractura entre Cataluña y el resto de España. Porque la inmensa mayoría de sus clientes están en el resto de España. Alcanar es muy conocido ahora desde la explosión del chalet con okupas yihadistas, pero en citricultura se especializó desde siempre en producir buenos plantones, y todos saben en el sector, de allí hasta Huelva, que las plantas de los viveristas de Alcanar son de las mejores.
Por este lado, Albert lo tiene claro, y votaría no en un referéndum. No le interesa una frontera, una siembra de agravios. Pero por otra parte están los sentimientos. Explica que los muy independentistas, los soberanistas de pro, cabe que sean minoría, como también lo son los catalanes que a la vez se atreven a declararse abiertamente como españolistas; pero advierte que en el medio hay una extensa mayoría silenciosa que en gran medida se encuentra soliviantada, muy molesta con lo que entienden que son imposiciones de Madrid, «dels castellanistes», y por ahí sí que no pasan. Él está en esa mayoría silenciosa, con el corazón partido, lamentando «cóm ens tracta la premsa i els polítics espanyolistes, com si forem extranys, en realitat ens veuen extranys. Es com si es clavaren amb les vostres falles, amb les traques, amb la cremà; qué pensarieu?»
Será por convicciones propias o resultado de años de siembras, desde un lado y otro, pero el caso es que hay una mayoría silenciosa a la que puede apetecerle tomar protagonismo. Y eso en Alcanar, el pueblo catalán más al sur.
También en el resto de España hay una mayoría silenciosa, expectante y algo confusa, entre un extremo, donde están los más condescendientes, que se muestran dispuestos a dejar hacer, o a lo sumo a confiar en el diálogo, -con quienes no quieren dialogar, sino imponer lo suyo-, y los que optarían por sacar la legión. La mayoría silenciosa no quiere líos ni violencias, sino paz y entendimiento, y tiene la impresión de que los márgenes de maniobra son estrechos, pero siempre confió en que el Estado es fuerte y se impone, aunque tarde; no cabe desobedecerle por tu cuenta. Por eso cunde un silencio expectante y algo confuso, en estos días vitales para saber el alcance del Estado.
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