Carlos Mazón tendrá que darle las gracias a Ximo Puig. De hecho, seguro que lo hará a la mayor brevedad. Jugándosela uno y otro como ... lo hacen el próximo 28 de mayo, desperdiciar según qué oportunidades merece un agradecimiento. Y el líder del PPCV sabe que el presidente de la Generalitat ha desperdiciado una muy buena. De esas que se suelen definir con la expresión 'dejarla botando' o 'así se las ponían a Fernando VII' para los más tradicionalistas. El jefe del Consell acudió este miércoles a la asamblea general de AVE. Una cita que en esta ocasión tenía una significación añadida, a la vista de cómo un partido político, Podemos, ha decidido arremeter contra los empresarios en general, y contra algunos de los más destacados de la Comunitat en particular, como la mejor forma de tratar de evitar su propia catástrofe electoral. Puig defendió la labor de los empresarios, como también ha hecho Mazón y casi cualquiera con dos dedos de frente, ante a las críticas de -aquí viene el detalle- sus socios de Gobierno en el Botánico. Héctor Illueca, que así se llama el principal representante de Podemos en el Gobierno valenciano, ha sido más que desafortunado en sus declaraciones y referencias al trabajo que realizan los empresarios de esta Comunitat -las generalizaciones siempre suelen ser desafortunadas, y él ha ido al bulto-. Referencias personales, conclusiones simplistas... todo el catálogo de generalidades para sentenciar que los empresarios son los opresores. Puig, como Mazón, se ha alejado con celeridad de la posición de su vicepresidente segundo (ojo, que no es un director general). Y con eso se ha quedado. Y por eso mismo ha desaprovechado una oportunidad espléndida para obligarle a rectificar públicamente. Y en el caso de no hacerlo, de destituirlo de su cargo.
Porque Puig no debería de tolerar que la posición del Gobierno valenciano en relación con el papel de los empresarios no sea única. Más aún, el presidente de la Generalitat debería demostrar la suficiente fortaleza como para exigir a un socio de su Gobierno, a uno de sus más destacados cargos, una rectificación. Y actuar en consecuencia si no lo hace.
La ocasión era perfecta. Tres meses para las elecciones. Legislatura prácticamente agotada. Pugna con el PP valenciano por el centro político. Puig debería de haber destituido a Illueca, obligando a Podemos a nombrar un sustituto. ¿Y si esta formación hubiera roto el acuerdo de Gobierno? Pues casi mejor para el PSPV porque habría centrado gratis la imagen de los socialistas valencianos, que llevan dos legislaturas de la mano de los nacionalistas de Compromís y de ese partido que tachaba al PSOE de 'casta'. Puig, es verdad, se habría arriesgado a quedarse en minoría en Les Corts. ¿Y? No parece que quede nada absolutamente imprescindible por aprobar en las próximas semanas, ni por el Consell ni en el Parlamento regional. Y sin embargo, en el caso de tomar esa decisión, Puig habría exhibido centralidad y posición de Estado. No tenía nada que perder, pero como suele ser habitual en él -con la única excepción del adelanto electoral de 2019-, ha preferido jugar a empatar. Un «no pasa nada», dirigido a no alimentar el discurso de Podemos contra el PSOE, o lo que es peor, a dar oxígeno a la formación de Pablo Iglesias, convencido de que necesita que supere el listón del 5% para aspirar a un tercer botánico. Una oportunidad perdida para demostrar liderazgo político y social, y que al mismo tiempo habría limitado el discurso del PP valenciano contra los socialistas. Puig ha tenido en sus manos demostrar audacia, pero ha preferido no actuar. Mazón se lo agradecerá.
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