Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia y deja 18 atendidos por humo

Faltan unas horas para el amanecer y el hombre duerme encogido sobre el cemento. Intenta esquivar el frío con una capucha que descansa sobre sucesivos orines de perros. Es domingo, creo. Aunque para él no tenga sentido contar los días de la semana,, ni los ... meses del año ni los años de la vida. Supongo. Justo estaba leyendo un libro de Azcona, uno que va sobre un par de señoritos que se van a Ibiza en los sesenta a desatascar las bajas pasiones entre las piernas de las extranjeras y, en un momento dado, uno de tantos personajes errantes que pululan por la isla y por la obra, 'Los Europeos' se titula, advierte que prefiere ser vagabundo en la isla que pedir limosna en Ávila, de donde venía, porque «el frío no tiene piedad con los pobres». Desconozco el origen del ser humano al que fotografío. En otras circunstancias le despertaría, aunque no sé qué le puedo ofrecer mejor que el sueño, aunque sea sobre tan dura superficie. Ojalá fuera sólo uno. Pero son cientos los que vemos cada día y miles aquellos a los que preferimos no ver. Por desgracia nos inspiran más compasión un perro o un gato. Creo que tiene que ver con la mirada, porque buscamos los ojos de los animales con los nuestros, porque no tenemos miedo a ese momento de conexión y de empatía que tanto reparo nos produce con los humanos, con los humanos pobres, se entiende. Además no comprendemos el lenguaje de las mascotas y podemos inventarnos la historia que más nos convenga, dejar que unas lágrimas caigan por nuestras mejillas, sentirnos buenos. Así está montado este negocio de la vida, tan solidario con los necesitados que malviven a miles de kilómetros y tan áspero con aquellos con los que se tropieza a diario. Donde mean los perros, exactamente.

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