Secciones
Servicios
Destacamos
Vale, de acuerdo, podemos entender que entre socios de Gobierno se protejan unos a otros, que si tú no hablas de lo mío (las sospechosas adjudicaciones a mi hermano) yo callaré de lo tuyo (el escándalo de la insólita actuación de tu conselleria en el caso de los abusos sexuales de tu exmarido a una menor), que al fin y al cabo esto es una comunidad de intereses, un matrimonio de conveniencia en el que aunque no haya amor (ni está ni se le espera) los dos salimos ganando si vamos juntos y al menos en público sonreímos, nos caigamos mejor o peor (peor), nos aguantemos más o menos (menos), nos valoremos mucho, poco a nada (más bien nada). Pero una cosa es eso, el silencio de los corderos necesario para que el invento no salte por los aires hecho pedazos, y otra muy diferente es que cada uno haga la guerra por su cuenta como si no estuvieran en el mismo bando, que de momento lo están. Y eso es lo que está pasando con la batalla del puerto de Valencia, que mientras los socialistas del Consell están en una trinchera -la de la Autoridad Portuaria presidida por Aurelio Martínez, que comparte espacio con el Ministerio de Fomento de José Luis Ábalos-, los nacionalistas de Compromís y los populistas de Podemos están en la de enfrente, en la del ecologismo que apuesta por no hacer nada porque todo lo que hagas tiene efectos nocivos sobre el medio ambiente y el paisaje. Con lo cual, lo mismo que un día se oponen a la ampliación de la V-21, otro rechazan el PAI de Benimaclet (que según el diputado de Unides Podem Ferran Martínez «amenaza con destruir lo que queda de huerta», aunque en realidad la mayor amenaza para la huerta valenciana ya no es tanto el hormigón y el asfalto como los bajos precios que se pagan por los productos agrícolas y la falta de relevo generacional entre los agricultores) y ahora la han tomado con una ampliación Norte del puerto que en su mayor parte ya está ejecutada (y con una naviera como MSC esperando a que desde la Administración dejen de ponerle obstáculos en el camino para invertir los mil millones de euros prometidos en la nueva terminal de contenedores). Así que si el molt honorable president de la Generalitat Valenciana no quiere pasar a ser el molt honorable president pero no de toda sino de tan sólo media Generalitat va a tener que llamar al orden a Mireia Mollà y enseñarle los galones. Salvo, ya digo, que se conforme con ser un líder que no lidera, que ni siente ni padece, y cuyo único objetivo es mantenerse en el cargo por el mero placer de mantenerse en el cargo, no porque pueda desarrollar un programa de Gobierno que desde dentro del propio Gobierno boicotean no con nocturnidad y alevosía sino a todas horas y con un descaro impropio de adultos formales y educados.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Santander, capital de tejedoras
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.